Capítulo 8

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Cuando salgo del apartamento de Simon, me pregunto si en realidad estoy yendo a casa de Marcus para salvarle a él o si solo voy para salvarme a mí misma

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Cuando salgo del apartamento de Simon, me pregunto si en realidad estoy yendo a casa de Marcus para salvarle a él o si solo voy para salvarme a mí misma.

El vecindario en el que vive Marcus tiene un portero con cara de malas pulgas que me obliga a identificarme tanto a mí como al taxista antes de abrirnos la puerta. El taxista conduce durante unos minutos hasta que, por fin, damos con la casa de Marcus.

Le pago al conductor y me bajo. Durante unos segundos, solo observo la vivienda. La casa es preciosa. Imita el estilo de las antiguas casas de pueblo, con su tejado oscuro y su fachada de piedra, pero lo combina a la perfección con un estilo moderno que me parece precioso. Tiene un balcón de madera en la parte frontal, del que sobresale una palmera diminuta.

En la parte frontal solo hay un jardín donde no tiene más que césped y unos setos que alguien ha podado recientemente. Pongo un pie en el camino de baldosas, pero me detengo en el acto.

Hay unas diez casas iguales en toda la calle, pero me llama la atención la casa contigua a la suya. No porque sea más bonita o diferente, sino por el hombre que está asomado al balcón, observándome con los ojos entrecerrados. Trago saliva, incómoda.

—¿Y tú quién eres? —me pregunta con un marcado acento ruso.

Por dios, parece de la mafia. De hecho, no me extrañaría que fuera un mafioso retirado y ahora se dedique a amedrentar a todas las personas desconocidas que entran en el vecindario.

—Eli. ¿Y usted? —respondo.

No voy a dejar que un mafioso retirado me amedrente a menos que tenga una escopeta y sepa cómo usarla, en cuyo caso saldré corriendo.

—¿Y qué haces aquí? —me interroga, ignorando mi pregunta.

Entrecierro los ojos.

—Nada, me apetecía coger un taxi desde la otra punta de la ciudad para saber lo que se sentía al respirar el mismo aire de los ricos.

—No sé lo que buscas aquí, pero no le molestes. Además, ¿para qué quieres visitarle? No se te ha perdido nada ahí dentro —gruñe.

No lo hace con la curiosidad genuina que tienen algunas personas mayores, sino que su tono es mordaz y parece que está a la defensiva todo el rato.

CatfishDonde viven las historias. Descúbrelo ahora