Capítulo 11

3.8K 443 592
                                    

Empezamos con las playlists aquí también


Adoro ese instante justo antes de despertarme, cuando aún no soy capaz de enlazar un pensamiento coherente con otro y solamente estoy saboreando el momento

Oops! This image does not follow our content guidelines. To continue publishing, please remove it or upload a different image.

Adoro ese instante justo antes de despertarme, cuando aún no soy capaz de enlazar un pensamiento coherente con otro y solamente estoy saboreando el momento. Disfruto de la sensación de unos fuertes brazos rodeándome por detrás, la respiración calmada rozándome la mejilla y la quietud que nos envuelve. Estamos enredados en brazos del otro y suelto un suspiro de satisfacción, estirándome mientras ahogo un bostezo contra la palma de mi mano.

Es en ese preciso instante cuando siento la enorme erección de Marcus contra mi trasero y doy un respingo. Marcus gruñe algo, apretándome contra él aún en sueños.

—Buenos días —murmura, bostezando.

—Buenos días. Tienes una erección y te estás frotando contra mí, por si aún no te habías dado cuenta de ello.

Marcus gruñe algo, pero echa las caderas hacia atrás para que su erección no me roce más de lo debido.

—Es una erección mañanera —susurra contra mi mejilla—. Tranquila, no voy a arrancarte ese camisón tan bonito.

Me giro hacia él, arqueando una ceja. Me duele la cabeza y la resaca empieza a hacerme efecto poco a poco.

—¿Ah, no? —le pregunto con voz pastosa.

—No —señala, sentándose en la cama para estirarse como un gatito. Él no parece tener resaca. Echa un ojo a su teléfono y pone mala cara—. Esto es biología pura, Eli. Todas las mañanas estoy duro como una roca, pero ahora mismo solo tengo tiempo para darme una ducha rápida y desayunar algo, así que no te hagas ilusiones.

Pongo los ojos en blanco ante ese alarde de un ego que, en realidad, no tiene. Creo que no he conocido a nadie más que tenga los pies en la tierra de ese modo, que no se considere por encima de ninguna otra persona pese a que, debido a su estatus, podría hacerlo perfectamente.

—No me las hago —le digo, siguiéndole el juego—. Es más, estoy deseando que te largues para dar vueltas por la cama y hacer la estrella de mar.

—Seguro —se burla, dándome un golpecito en la nariz—. Me echarás de menos a los dos segundos.

—Te tienes en muy alta estima, me parece a mí.

—Solo señalo hechos. Mi autoestima no tiene nada que ver con esto.

Una carcajada empieza a gestarse en mi interior y la contengo con gran esfuerzo, aunque soy incapaz de evitar la sonrisa ladeada que se me escapa.

—Estaré perfectamente sin ti, muchas gracias.

—Eso ya lo veremos cuando regrese.

Lanzo un gemido lastimero y me tapo la cara con la almohada.

—Ah, ¿que vas a volver? Qué tortura.

CatfishWhere stories live. Discover now