Capítulo 40

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Pasaron cinco días exactos. Edén aun no sabía cómo arreglar las cosas, y por el momento no había descubierto nada sobre la muerte del muchacho. Ahora era nocturna, tenía amigos distintos y Derek no aparecía por ninguna parte.

Dylan nunca murió, por lo que Kain era feliz y no le importaba el destino de una humana. Ella había acabado aceptando la ayuda de Dante porque Kain no le había ofrecido la suya, por lo que había pasado la prueba nocturna y ahora todo era muy diferente.

Dylan había asegurado que ellos estaban liados, incluso sus propios recuerdos se lo confirmaban, en cierta parte y poco a poco iba sintiendo lo que la Edén de ese mundo sentía porque lentamente iba recobrando algunos recuerdos de su vida actual y temía que si se quedaba allí durante mucho más tiempo su antigua vida ya no existiría, cosa que la aterraba.

Había espiado a Kain en rango diurno y parecía realmente feliz, quizá era algo egoísta quitarle su felicidad para devolverle la suya, pero era ella la que había cambiado todo. Los recuerdos con Derek y con Kain iban desapareciendo de su mente y otros con Dante, Dylan o incluso Yara se sumaban en su cabeza, dentro de poco ya pertenecería a ese mundo por completo y ella no iba a permitirlo.

—Edén, ¿estás bien? —preguntó curioso Dante.

—No, la verdad es que no —respondió ella mientras recordaba alguna conversación que había escuchado de Kain y Dylan.

—¿Necesitas algo? —preguntó curioso.

Edén le miró de golpe. Una bombilla se le acababa de encender.

—Dante, tú puedes viajar al pasado. —confirmó

—Sí —el chico la miraba con una sonrisa sin saber muy bien de qué hablaba.

—Tú puedes hacerlo, tú puedes evitar que haga ruido, puedes evitar que le salve —concluyó feliz de haber conseguido encontrar un salvoconducto.

—¿De qué estás hablando? —preguntó él.

—Vengo del futuro —explicó ella—. O del pasado... no lo sé, vengo de otro futuro. Viajé al pasado en mi futuro y cambié cosas del pasado que no debía. Necesito que viajes al mismo momento y me detengas, por favor.

—Edén, necesitas tranquilizarte.

—Por favor, necesito que me creas. —Ella ya no podía más con esa situación, sabía que, si pasaban algunos días más toda su vida cambiaria de golpe, y no estaba dispuesta a renunciar.

—Así que dices que cambiaste el pasado y ahora estás en otro futuro distinto, ¿no es así?

Ella asintió frenéticamente.

—¿Y qué cambiaste? —preguntó el muchacho.

—Dejé vivir a un chico.

—¿Así que pretendes que te ayude a matarle? Edén, ¿te has vuelto loca?

—¡No! Es un diurno, se llama Dylan, no sé su apellido, pero en mi futuro murió, simplemente necesito que... —la chica no terminó la frase.

—¿Dylan Atkins?

—No me sé su apellido, ¿le conoces? Por favor... —suplicó de nuevo.

—No puede ser —se llevó una mano a la cabeza y se sentó en su asiento.

—¿Qué ocurre? ¿Dante, va todo bien? —preguntó curiosa

—¿Estás hablando en serio? ¿El chico murió?

—Sí, Dante te lo juro por quien sea, pero por favor, necesito que me ayudes.

Edén ni siquiera procesaba lo que Dante estaba confirmando. Él le conocía, aunque fuese nocturno y Dylan diurno, y estaba tan agobiada que ni siquiera pensó en lo que eso suponía.

LOS DIURNOS: Durante las horas del díaWhere stories live. Discover now