CAPÍTULO 2

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El animado tono de mi celular sonó con tal estruendo que me despertó con un sobresalto.

—Buenos días, tía —respondí sin ver quien era. No era necesario, mi tía Sophie siempre tenía el tino de llamar cuando aún dormía por la mañana.

—Cariño, no te desperté... ¿o sí? —me preguntó mi tía como si realmente lo lamentara, aun cuando sabía por la pesadez de mi voz que me había despertado.

—No, tía... ¡claro que no! —le mentí. Me prohibí bostezar con trabajos.

—Bien, cariño, solo llamaba para desearte suerte en tus exámenes —le iba a agradecer por su ánimo innecesario, porque faltaba un mes para ellos, pero ya no pude contenerme en bostezar. Mi tía siguió—. Sé que sigues ocupada este semestre, pero aun así espero que vengas un fin de semana a verme.

—Lo haré, tía... Te lo prometo.

—¡Maravilloso! Entonces, te dejo para que te prepares... ¡Suerte!

—Gracias, tía... ¡Te quiero!

—Sabes que yo también —me respondió rápido y colgó.

Regresé el celular al buró y traté de volver a dormir, aunque sea diez minutos más, pero la maldita alarma sonó recordándome que mi rutinario día ha comenzado y que podría llegar tarde si me quedaba en cama.

Me apresuré a prepararme.

Cuando salí de mi cuarto, Casey —mi mejor amiga, compañera de clase y departamento—, ya estaba empezando el desayuno que nos turnábamos en preparar durante la semana. Comimos más rápido de lo normal y salimos juntas en mi auto en dirección a la universidad.


Creí que mi último semestre iba a ser excitante, pero estaba siendo como otro más. Tal vez un poco más ocupado porque todo debía estar listo para nuestra graduación. Mis días corrían sin nada nuevo para destacar; tal era el caso de este día.

Como todas las mañanas, Casey y yo llegamos a la universidad con café en mano para mantenernos templadas ante la temperatura que ya estaba en su cuenta regresiva para su debut en invierno. Platicábamos de cosas sin importancia: el episodio de nuestra serie televisiva favorita, algún chisme acerca de un conocido, o simplemente de los planes que tendría cada uno en el siguiente fin de semana... ¡Trivialidades!

Tomamos nuestros lugares de siempre, y en lo que Casey terminaba de contarme su cita romántica con un compañero de la universidad que conoció un día que no asistí a clases por estar enferma de gripe —lo cual, si lo pensaba mejor, esa relación podría ser lo único interesante en este semestre—, se escuchó que la puerta del salón se abrió sin timidez alguna.

—¡Bien, bien! Tomen asiento para que podamos comenzar —se escuchó la voz no muy madura de un hombre a nuestras espaldas.

Todos en el salón volteamos con perfecta sincronización, pues la voz nos resultaba totalmente desconocida. Un tímido cuchicheo nació sin tardar a medida que ese hombre a principios de sus treintas, alto, delgado y de cabello oscuro, un poco lacio, caminaba más rápido de lo normal al escritorio que estaba en el frente.

Saqué mis gafas casi con desespero para ver mejor de lejos y averiguar por qué tanto cuchicheo por parte de mis compañeras. Me sorprendí de lo atractivo que era ese hombre. Sus ojos eran realmente impactantes. La experiencia y madurez que despedían no iban de acuerdo con ese rostro que, estudiándolo detenidamente, tenía destellos de adolescencia.

—Buenos días... Mi nombre es Eliot Bingley y seré su profesor el resto del semestre —se presentó muy calmo.

Algunos cuchicheos y risitas femeninas se escucharon detrás de mí cuando él dijo su apellido.

El Recolector: Fuera de la vidaWhere stories live. Discover now