CAPÍTULO 15

15 3 0
                                    

Tres meses después

La guerra ha avanzado más rápido de lo usual. En días se descubrió que las bombas fueron puestas por agentes chinos para detener el crecimiento comercial de la Federación Norteamericana.

El presidente de la Federación confirmó que Panamá iba a ser el primer país sudamericano que se les uniría. Tal aceptación fue gracias a que el canal aún era un paso importante para el manejo de mercancías. Como era de esperarse, de inmediato tomaron este ataque como una incitación y declararon la guerra a China tras confirmar que ambas bombas se manufacturaron ahí. Sin embargo, China aún mantenía su postura inicial de cuando se liberó la información; ellos no habían atacado al pequeño país. Pero la Unión Europea apoyó a la Federación, lo que hizo oficial la declaración de guerra y permitió que comenzara por ambos lados para aprisionar a China.

Los ataques más fuertes se estaban llevando en el pacífico y en las costas de Norteamérica. La Unión Europea hacía todo lo posible para que la guerra no llegara aquí, lo que hizo que el oeste de Rusia se volviera nuestra muralla, y ahí era donde toda nuestra fuerza se concentraba.

El timbre del teléfono sonó.

—¿Bueno? —pregunté dudosa, pues no reconocí el número y la pantalla decía que no podía transmitir la imagen.

—Hola, nena.

—¡Eliot! —exclamé con gusto al reconocer su voz.

Rio quedo, complacido por mi sorpresa.

—¿Cómo estás? —me preguntó ahora serio.

—¡Bien! Un poco aburrida...

—No, Audrey... ¿Cómo estás? —volvió a preguntar con voz pausada. Tardé en entender que su tono se refería a mi desprecio por la soledad.

—Sé que te parecerá extraño, pero he estado bien.

—Audrey. —Su tono me exigió la verdad.

—¡Está bien! He tenido mis momentos, pero Laia me está ayudando con eso.

—¡Hum! ¿Así que no me extrañas? —me preguntó con tono muy raro. No pude distinguir si era burla o resignación.

Odié que no pudiera ver su imagen, porque por lo regular podía leer sus expresiones.

—¿Quieres que te extrañe? —pregunté tanteando el terreno, tal vez se le escaparía algo que me permitiera leerlo mejor.

Pero no respondió; una señal de que no estaba tomando en serio la pregunta.

—¿Cuándo empiezas?

—En un mes, pero mi compañía sale en dos días. Te hablé porque te prometí que me comunicaría antes de partir. Estaba un poco preocupado...

—¡No te preocupes! —interrumpí con falso ánimo—. No he hecho nada malo. He sido muy cuidadosa.

—Bien, me alegra escuchar eso... Audrey, tengo que colgar, pero... —calló, dudaba en decirme algo—. Trataré de comunicarme contigo, ¿okay?

—Okay —dije despreocupada.

—Audrey...

—¿Sí?

Otra vez el silencio; sin embargo, escuché que alguien lo apresuraba a hacer algo.

—¡Bien! Audrey, mantén la mente abierta.

—Lo haré.

—No, Audrey... Mantén la mente abierta —volvió a decirme con voz pausada.

Me quedé en silencio unos segundos, analizando lo que me pedía, pero, cuando estaba a punto de pedirle que me explicara, se despidió rápido y colgó.

El Recolector: Fuera de la vidaWhere stories live. Discover now