CAPÍTULO 21

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Dejar Barcelona fue más difícil de lo que creí, porque fue mi hogar desde mi renacimiento. Ahí conocí a mis tres buenos amigos que iba extrañar muchísimo. Lo consideraba mi hogar.

Estuve muy emocionada en un principio por regresar a casa, pero, al estar abordando el avión, me dio mucho miedo lo que me esperaba ahí: las personas que dejé atrás.

Es posible que mi tía aún viva, y, lo que era peor, de seguro tenía descendencia.

Bajé un poco la guardia al confesar a Eliot mi sentir. Me dijo que lo más factible era que ella ya había fallecido. En cuanto a su descendencia, nunca me han conocido, por lo que lo más lógico era que no me reconocerían si llegaba a toparme con ellos. O, en todo caso, yo a ellos.

—Promete que no los vas a buscar —me pidió con voz seria.

—Aunque quisiera hacerlo, no sé nada de ellos... Ni siquiera sé si mi prima llegó a nacer.

—Promételo —me ordenó con voz más firme—. ¡Por favor! —cambió su tono cuando lo miré con gestos de que no me gustaba su tono.

—Lo prometo —dije sin desviar la mirada de la suya.

Por un momento la sonrisa en su rostro estaba ablandándome, por eso miré rápido por la ventanilla para romper el momento.

Ignoré a Eliot el resto del viaje.

❖ 

El primer choqué de nostalgia lo tuve cuando vi por la ventanilla lo que fue mi hogar. No pude contener las lágrimas, que fueron consoladas por el abrazo de Eliot. Solo por ese momento fui débil, necesitaba que alguien me dijera que regresar a casa no era una mala idea.

Londres no ha cambiado desde mi partida hace cuarenta y siete años. No obstante, la modernidad que circulaba por sus angostas calles me hizo sentir que visitaba una ciudad nueva. Miraba todo como si fuera la primera vez.

—Espero que te guste nuestro nuevo hogar —dijo Eliot con gusto en su voz por regresar a casa.

Iba a decirle que no importaba, porque solo iba a estar en ese lugar el tiempo que me faltaba para dejar de ser una Iniciada, después me iría a recorrer el mundo hasta encontrar un lugar que pudiera sentir como un hogar lejos de él, pero me quedé callada y le sonreí tímida. Por muy indiferente que me sintiera con respecto a él, esa respuesta iba a ser muy malagradecida.

Eliot se ha esforzado por hacerme agradable el regreso a Londres.

El taxi se detuvo frente a un edificio de tres pisos.

En la planta baja había un local comercial desocupado y los otros dos de arriba parecían ser departamentos.

Miré el lugar, algo decepcionada. A decir verdad, nuestra casa en Barcelona era más grande. Incluso el departamento que solía tener cerca del parque Saint James lo era también.

—Compré todo el edificio —me comentó en lo que buscaba la llave del lugar en su backpack—. Los dos pisos de arriba, en realidad, forman un solo departamento. El local es todo tuyo para que te entretengas en algo.

Me sentí mal... muy malagradecida.

—Gracias. —Fue lo único que pude decir para retribuir su gesto. El estómago me ardió porque no pude darle un agradecimiento sincero. Temía que eso derribaría mi muro; casi lo hice en el avión.

Eliot pareció conformarse con mi respuesta. Su sonrisa de oreja a oreja no desapareció en lo que abría la puerta para que entráramos.

El departamento me sorprendió por lo grande y bien decorado. Me di cuenta de que Eliot planeó este regreso desde hace tiempo; todo el lugar se veía recién renovado de acuerdo con nuestros gustos.

El Recolector: Fuera de la vidaWhere stories live. Discover now