CAPÍTULO 12

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Cuando mi séptimo año como Iniciada llegó, recibí el mejor regalo que alguien pudiera darme: Rory regresó a Inglaterra. La excusa de Eliot por la partida de su novia fue que no pudo adaptarse a la vida de Barcelona.

Nicholau me manejó una segunda versión: Rory y Eliot habían terminado su relación. Regresó la esperanza a mi vida.

Es sorprendente como a veces uno solo desea creer lo que le conviene. Para mí era más fácil aceptar que los dos habían terminado.

A pesar de la gran noticia, decidí no mudarme a la casa de Eliot, por ahora. Quería darle su espacio para que pensara qué haría con su vida ahora que ella lo había dejado.

Seguí viendo a Eliot, pues hemos llegado a una fase de mi entrenamiento donde tenía que acompañarlo en algunas de sus asignaciones. Noté que ya no hablaba de Rory en nuestras conversaciones, lo que me confirmaba que la versión de Nicholau era la verdadera.

Por algún tiempo creí eso.

Hasta que un día, ella le habló por teléfono cuando regresamos de una reunión con los demás Recolectores. Esta vez no me desanimé, tal vez porque en realidad creí la versión de Eliot todo el tiempo.

❖ ❖ ❖

A la mañana del aniversario de mi octavo año, estaba yo preparando todo para mi regreso a la casa de Eliot. Me resistí en hacerlo, pero él no dejaba de gruñirme que me lo había estipulado el día en que Théo cometió su error.

No pude resistirme más con tan convincente recuerdo. No quería estar sola en ese momento.

Pero antes de manejar hasta allá, bajé a recoger mi correo.

Estaba revisando que el cartero no hubiere puesto cartas que no me pertenecieran en mi buzón, cuando mi vecina me saludó amigable. Apenas si nuestras miradas se conectaron solo unos segundos y algo extraño sucedió. En lugar de ver sus ojos color avellana, vi extrañas imágenes que tenían pinta de ser su destino.

No me resistí a las imágenes que cada vez se hacían más nítidas y reales.

Ella no llegará a la vejez y no morirá tranquila. Una serie de enfermedades la llevarán al hospital y ahí va a morir.

Creí que su destino terminaría con un último suspiro mientras que era rodeada por sus seres queridos, pero la pobre mujer va a sufrir un ataque que la hará convulsionarse con agresividad. Los doctores harán todo lo posible por estabilizarla, sin darse cuenta de que sus esfuerzos eran en vano porque ya había dos Recolectores junto a ella, esperando a que diera ese último suspiro.

En un principio no los reconocí porque me daban la espalda, pero en el último segundo, cuando el rostro juvenil de mi vecina empezaba a reaparecer frente a mí, el Recolector asignado movió la cabeza de tal forma que me dejó ver su perfil perfectamente.

¡Era Théo!

La experiencia fue tan intensa que cuando la visión me liberó, sentí una dolorosa punzada en el corazón. Al parecer, mi vecina no se dio cuenta de mi ausencia, porque seguía diciéndome que el cartero era de lo más despistado; esta era la tercera vez que echaba mi revista en su buzón.

Tomé mi sobre y me despedí apresurada de ella.

—¿Qué fue eso? —pregunté en voz alta cuando entré al departamento. Esperaba que mi razón me diera la respuesta.

Aventé la correspondencia en el sillón más cercano y fui a la cocina por un vaso de agua. En el camino, por fin entendí lo que había pasado.

—¡Pero faltan dos años para eso!

El Recolector: Fuera de la vidaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora