CAPÍTULO 29

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Pero ese pitido llegó a un nivel auditivo molesto y tan insistente que empezó a inquietarme. ¿Qué era? ¿De dónde provenía? Creí que de un sueño, pero ya tenía rato que no soñaba algo.

Decidí despertar, pero no pude hacerlo; era como si esa droga ahora me lo impidiera. Me esforcé un poco más hasta que una fuerte luz me lastimó, solo entonces la droga se fue desvaneciendo lentamente hasta que pude abrir bien los ojos.

La desorientación y el miedo me embistieron cuando no vi la preciosa vista del río. Ni los árboles, o las casas a la distancia; y en su lugar vi paredes blancas, sin vida. Miré a todos lados buscando respuestas y la procedencia de ese frustrante pitido.

Me quejé cuando algo me lastimó el brazo; noté que estaba conectada con tubos. Me moví otra vez, pero me ardió tanto el brazo que decidí quedarme quieta. Gemí un poco pues me estaba costando trabajo levantarme, fue cuando sentí la presencia de un Recolector, la cual se acercó a mí vestida toda de rosa claro.

—¿Una enfermera? —pregunté sarcástica.

—Irónico, pero muy conveniente —respondió ella con una sonrisa. Me detuvo de quitarme los tubos y cosas que tenía pegadas en el pecho, y luego dijo—. Eliot, ya despertó.

Escuché que alguien se levantó apresurado de una silla, y, en un segundo, ya tenía a Eliot frente a mí, sonriéndome aliviado.

Iba a hablar, pero fue cuando entró un doctor a aclarar las preguntas que aún no hacía.

—¡Bien, bien! Ya despertaste —dijo el doctor con un extraño buen humor—. Veamos cómo esta esa cabecita —agregó con una sonrisa. Escribió algo en mi reporte médico y luego preguntó—: ¿Qué año es?

—«2059» —escuché la voz de Eliot en mi cabeza.

—¿2059? —respondí, aunque era más una pregunta para Eliot; recordaba que fue en ese año cuando dejé todo atrás.

—«Solo responde con lo que te diga, después te explico todo» —me indicó Eliot con una sonrisa tímida.

—¿Cuál es tu nombre?

—Audrey Bennet —respondí antes de que Eliot me soplara la respuesta. Esa era fácil.

—¿Quién es nuestro primer ministro?

—«Winston Coupland».

Repetí ese nombre, ocultando una vez más mi confusión, ya que durante mis dos años en Limeuil fue elegido un nuevo primer ministro.

—¿Recuerdas que fue lo que te pasó?

Volteé a ver a Eliot porque no recibía su soplo de información. Supongo que quería que dijera la verdad.

—No.

El doctor hizo una mueca y me revisó las pupilas y reflejos.

—Bien. Todo parece estar mejorando... muy rápido, de hecho —comentó sorprendido—. Te quedarás un par de días más para asegurarnos que todo esté bien. Y, entonces, podrás irte a casa.

Me sonrió otra vez, después indicó a la Recolector que lo siguiera. Eliot se acercó a mí ahora con una sonrisa consoladora.

—¿Qué sucedió? ¿Por qué estoy aquí? —pregunté.

—¡Vaya! Sí que lo hace bien —comentó Eliot para sí. Lo miré más confundida.

«¿Qué hace bien?... ¿Quién?»

—Tuviste un accidente hace unos días —respondió.

—¿Qué?

«¿Regresé al pasado?»

El Recolector: Fuera de la vidaWhere stories live. Discover now