3 [Añorar]

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Aplico un poco de bálsamo sobre mis labios y me observo en el espejo

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Aplico un poco de bálsamo sobre mis labios y me observo en el espejo. Creo que aún hay un dejo de palidez en mi piel. Me siento tentada a usar más corrector, pero sé que si abuso del producto, será peor.

«Con la máscara de pestañas es más que suficiente», digo mientras intento sonreír a mi reflejo, pero solo logro hacer una mueca torcida.

Camino hasta el recibidor y tomo una sudadera blanca, varios talles más grandes. Con mi móvil en el bolsillo central, abandono la casa de mi tía con las llaves en la mano. A pesar de que una parte de mí sabe que no sirve de mucho, verifico haber cerrado dos o tres veces.

La noche en Deeping Cross me hace sentir intranquila.

Camino hacia la acera y volteo. Me quedo unos minutos pasmada, sintiendo cómo mi corazón comienza a palpitar, desesperado, producto de un recuerdo traumático. Parece que nada pasó, que la casa está igual al día que llegué, ilusionada por un nuevo comienzo, pero nerviosa de lo que me encontraría.

No hay ningún rastro del ataque a la casa. Me pregunto quién pudo haber sido el responsable. Porque aún no lo sé y Simone, la sheriff del pueblo, dice que aún no hay culpables por ello.

Suelto un suspiro. Miro a hacia arriba, hacia las copas de los árboles que cada vez están más desnudos, por la cercanía del invierno y rememoro los momentos de terror que viví en el bosque, pero también el deseo que soy capaz de sentir cuando estoy cerca de ellos.

Me arrebujo en mi sudadera blanco oversize, y la estiro lo más que puedo para taparme los leggins negros enrejados.

Si las noches de verano suelen ser frías, las noches con la llegada del invierno son despiadadas. Suelto vapor caliente sobre mis dedos mientras espero que Kris llegue. Creo que salí muy rápido de la casa. Tendría que haber esperado a que él llegue para evitar congelarme fuera.

El aire está frío y la oscuridad es total, salvo por las estrellas en el cielo. Tengo la mente abarrotada de pensamientos confusos y recuerdos borrosos. La sensación de vulnerabilidad me enoja porque no es algo que pueda controlar. Lo único que puedo hacer es seguir adelante. No sé qué haré, pero tengo la necesidad de saber más.

De pronto, los faros de un vehículo que se acerca me enceguecen. Por más que sé que es Kris, por un instante, me estremezco. Los pensamientos se arremolinan en el caos de mi mente y se entrelazan de una forma que me quitan mi tranquilidad, generándome angustia y dudas. «¿Qué hago aquí?», me digo. «Estoy loca. Debería volver con Flo, a la ciudad, y dejar todo esto atrás».

Kris estaciona frente a mí y la ventanilla del copiloto se desliza hacia abajo. Ladeo mi cabeza para verlo bien y ver su sonrisa me desarma. La calma regresa a mí de forma antinatural, como todo lo que rodea el asunto de los ascendidos. Escucho que destraba la puerta, y se estira a abrirla, a pesar de poder dejarme que lo haga yo. Siempre lo hace y me gusta que lo haga.

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