9 [La ex]

8.6K 747 270
                                    


Hayden me toma del rostro y me obliga a mirarlo

Oops! This image does not follow our content guidelines. To continue publishing, please remove it or upload a different image.

Hayden me toma del rostro y me obliga a mirarlo. Me cuesta enfocarme en sus ojos oscuros, mi vista huye de cualquier punto fijo. Me agarra de las manos y me insta a levantarme. Me habla, pero no soy capaz de escucharlo. No tengo fuerzas para hacer lo que me pide, de todos modos, lo intento. En cuanto me paro, vuelvo a desmoronarme en el piso. Caigo flácida, sin energía. Me siento como un trapo mojado y la verdad es que no estoy muy lejos de la realidad.

«¿Por qué me ha dejado de abrazar?», pienso extrañando su calidez bajo la lluvia.

Pronto, sus palabras comienzan a tomar formar dentro de mi mente. Insiste en saber qué es lo que ha ocurrido; yo sencillamente no puedo hablar. Aprovecho mi silencio para calmarme. Temo que, si ahora hablo de lo sucedido, pueda volver a sufrir otro ataque de pánico. Sus preguntas cesan luego de la octava o novena vez que intenta indagar qué es exactamente lo que me ha ocurrido en el bosque. Pienso que llamará a una ambulancia porque le es imposible tratar con una loca como yo. Sin embargo, me sorprende con una resolución que no tenía de adolescente.

Hayden me obliga a avanzar y me ayuda a entrar en su coche de color blanco que está estacionado, en el medio de la calle, a unos pocos metros de donde me encontró. 

—No, no debo —hablo, ronca—. Ensuciaré todo.

Sin siquiera verme delante de un espejo, sé que mi aspecto debe dejar mucho que desear. Estoy mojada, cubierta de lodo a tal punto que siento que mis pies pesan varios kilos extras.

—¿Cómo puede ser posible que lo primero que dices es algo así? —se queja, atónito—. No digas idioteces, por favor. —Chasquea la lengua y cierra la puerta de un portazo que nunca me atrevería a darle a un auto tan nuevo.

Él se sube y comienza a conducir sin hacer más preguntas. No sé a dónde estamos yendo, pero en el fondo tampoco me importa. Observo por la ventana, el sol ha caído y yo perdí la noción del tiempo dentro del bosque. El tan solo verlo me hace sentir insegura, incómoda.

Vigilada.

Como si me leyera la mente, aclara:

—Mi casa está a menos de dos minutos de aquí. ¿Por qué no te das un baño y te calmas? —carraspea—. Es decir, no me malinterpretes; pero en tu estado no creo que sea bueno que estés sola... Escuché que estás quedándote en la casa de tu tía. Si quieres, te puedo prestar algo de ropa mientras me cuentas qué te pasó —continúa; yo esquivo su mirada—, o hablar de todos estos diez años en que no nos vimos, lo que quieras.

Sonrío levemente, más por cortesía que por otra cosa. Por el momento no me apetece estar sola y la compañía de mi primer «novio» no parece tan mala.

El viaje dentro de su coche resulta agradable, el ronroneo del motor es como un suave murmullo que me hace compañía. Su casa está a unas pocas cuadras, pero en un lugar que sencillamente no me esperaba. Poco después de la estación de servicio, observo que han hecho una pequeña cortada empedrada que se interna en el bosque.

No sigas la música || ¡Ya en librerías! 📚💜Where stories live. Discover now