35. CATA

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Sábado, 21 de febrero

22:50

JIMENA: Estoy en tu casa en un rato. Siento el retraso.

Mis padres han pasado los últimos tres días de viaje de trabajo, así que he estado yendo y viniendo de la casa de Jimena. Hoy no quería dormir sola, así que le he pedido a Jimena que se quedara conmigo. Me había dicho que vendría a las diez, pero ya casi son las once y aún no ha aparecido.

Inquieta, recorro mi habitación dando vueltas en círculos.

Mi móvil vibra ante la llegada de un nuevo mensaje de Jimena.

JIMENA: ¡Asómate al balcón!

Frunzo el ceño, pero obedezco. Cuando me asomo al balcón de mi habitación, que da a la puerta de casa, me sorprende descubrir que Jimena no está sola. La acompañan Raisa, con la melena recogida en una gorra gris y las gemelas, sonriendo con los mofletes sonrojados.

—¡Baja, Romeo! —me grita, aunque en nuestra obra de teatro la que está en el balcón siempre sea ella.

No entiendo nada y los nervios, el miedo y la ilusión son una combinación extraña en mi estómago. Bajo corriendo a alcanzarlas y Brianda y Mencía son las primeras en correr hacia mí y estrecharme entre sus brazos.

—Tenemos una sorpresa —explica Jimena.

—No me digas...

Le doy un fuerte abrazo y después, un beso en cada mejilla de Raisa.

Decido no preguntar nada sobre a dónde nos dirigimos o sobre el propósito de esta escapada nocturna. No cogemos el metro y tampoco ningún taxi o medio de transporte. Vamos andando, las cinco juntas en completo silencio hasta llegar a un punto algo alejado de mi barrio, entre mi casa y el instituto, que finalmente reconozco como un parque al que alguna vez he ido a hacer botellón.

Esta noche no hay nadie.

Una vez llegamos, Raisa empieza a sacar botes de spray de todos los colores: negro, rosa pálido, azuloscurocasinegro como la noche, verde menta, amarillo girasol, violeta...

Una vez los ha dejado todos en el suelo, ordenados como un arcoíris en miniatura, la chica me mira y los señala con la cabeza.

—Me ha dicho Jimena que te gusta pintar —dice.

"Me gustaba pintar", estoy a punto de corregirla. No recuerdo la última vez que saqué mis acuarelas del cajón, pero supongo que el amor por la pintura sigue ahí.

—¿Y quieres que lo haga... en la pared?

Jimena ya me contó una vez que Raisa pintaba murales con la falsa identidad de WANDA y que, de hecho, no había dejado de crecer en los últimos meses. Eso me parece estupendo, pero una cosa es que lo pinte ella y otra muy distinta es que lo haga yo...

—Solo si te apetece —responde, sonriendo de medio lado.

—Pero yo no tengo idea de grafitis.

—No hace falta. Si te equivocas, pintas por encima y vuelves a empezar.

—Y tenemos todo el tiempo del mundo —añade Jimena.

Siento las mariposas revoloteando por mi estómago.

—¿Y si nos ve alguien? Esto es un delito —pregunto, mirando a Raisa.

—¡No te preocupes! ¡Nosotras te cubrimos! —exclama Mencía, señalando su conjunto de ropa negra, como si quisiera dejar claro que lleva el modelo perfecto para la ocasión.

Deseo oponer resistencia y busco alguna excusa más, pero hay algo en mi estómago que me dice que debo hacerlo. No por ellas, sino por mí.

—¿Me ayudarás? —le pregunto a Raisa, que asiente con la cabeza—. ¿Me ayudaréis todas?

Perdón por no ser Julieta  | Serie Cayetano #2Onde histórias criam vida. Descubra agora