36. JIMENA

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He soñado con León. No es la primera vez que me pasa, pero no por ello me acostumbro a abrir los ojos con el corazón desbordado y el sudor frío bañándome el cuerpo. Como en todos mis sueños, no ocurre nada en particular. León no me hace daño. Lo que ocurre es cotidiano: León y yo hablando y él colocando su mano en mi cintura en un gesto sin importancia. León diciéndome lo divertida que soy, lo guapa que soy, lo lista que soy y haciendo que me sonroje hasta las cejas. León besando a Cata en los labios y mirándome a mí. Yo paralizada, haciendo lo que él me pide antes de que lo pida. Sin reaccionar.

Jimena, reacciona.

A pesar de tenerlo bloqueado en todas partes, a pesar de la denuncia y a pesar de la orden de alejamiento, su presencia está conmigo hasta en mis sueños.

—Creo que tienes fiebre, cariño —dice papá, después de darme un beso en la frente sudorosa—. ¿Tienes examen o alguna clase importante? Porque si no te encuentras bien, puedes quedarte en casa.

—No tengo nada importante hoy.

—Pues descansa —papá me da un nuevo beso en la frente.

En otra circunstancia, sé que habría insistido en que cumpliera con mis obligaciones académicas y como poco me habría puesto el termómetro. Pero aparentemente ahora soy una Jimena nueva, una que tiene motivos para estar triste y no querer ir a clase. Y me da rabia que se compadezca de mí, que me trate distinto, pero por primera vez estoy demasiado cansada como para oponer resistencia.

Papá me sube el desayuno a la cama, unas tostadas con aguacate, un café y un ibuprofeno de estos que vienen en sobre y que huelen a naranja. Siento que he vuelto a tener cinco años...

Mientras desayuno escucho como todos se van: papá se marcha al trabajo, Darío se marcha a clase y mi perro se acerca a mi cama sin atreverse a subir.

Después, les mando un mensaje a mis amigas.

martes, 2 de marzo

07:30

JIMENA: Chicas, tengo fiebre y no iré a clase.

MENCÍA: mejórate, capulla!!!

BRIANDA: ya te pasamos apuntes <3

CATA: <3 <3

Escucho movimiento en las escaleras de casa y me doy cuenta de que Alma no se ha ido. En una mañana normal se habría ido a pasear, a comprar o a la asociación en la que es voluntaria pero está aquí. Me molesta que actúe diferente.

Entra ahora en mi habitación. Su pelo rubio ceniza, del mismo color que su hijo, enmarca su rostro lleno de vida, sus ojos grandes y cada arruga de su piel. Como siempre que está en casa, sin importar si hace frío o calor, lleva puesta una bata que le cubre el cuerpo.

—¿Quieres que te suba una infusión? —me pregunta.

Niego con la cabeza.

—¿Vemos una película?

Niego con la cabeza de nuevo.

—¿Me quedo aquí y te hago compañía?

—Mi padre te ha pedido que me vigiles, ¿verdad? —pregunto con el ceño fruncido.

Alma sonríe y se sienta en mi cama antes de responder:

—Más bien he decidido quedarme para cuidarte. Estás malita, ¿no?

—Estoy harta de que me tratéis diferente —gruño—. El otro día, cuando mi padre me llevó a la hípica no me dirigió la palabra ni una sola vez. ¡Y eso que intenté sacarle algún tema de conversación! Pero le hago sentir incómodo.

Perdón por no ser Julieta  | Serie Cayetano #2Where stories live. Discover now