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Me despido de Takeshi cuando nos encontramos con Anne y una veintena de Guardianas enfundadas en ese uniforme tan peculiar. Mientras lo hago, le pido que se cuide y que, si ve a Ryan, le diga que tiene prohibido morir en batalla.

Takeshi suelta una risa cuando le digo todo aquello, y me asegura que hará lo posible por no salir malherido durante el caos que se viene. Lorraine también se acerca a decirle lo mismo que he hecho yo, y no me pasa desapercibida la forma en la que insiste en que el chico Sato busque a Ryan para decirle que ella lo espera.

Durante un fugaz instante, no puedo evitar preguntarme si hay algo ahí con Lorraine y Ryan, pero empujo el pensamiento porque ahora no es momento de especular al respecto.

Cuando se marcha, Lorraine guía nuestro camino hasta donde Livy y Anne se encuentran. Ahí, soy capaz de escuchar cómo Anne instruye a sus chicas sobre lo que deberán de hacer durante la batalla: purificar todo el terreno que los Guardianes vayan ganando, para que así no pueda ser invadido por más demonios y se reduzca el campo de batalla. Cuanto menos espacio tengan esas criaturas de moverse con libertad, más sencillo será para los Guardianes acabar con ellas.

A lo que he podido escuchar, ya se han marchado un montón de Guardianas a hacer lo propio en distintas partes de la ciudad. El plan es contener a los demonios dentro de la reserva natural; completamente alejados de los lugares donde los civiles suelen habitar.

—Madeleine —Anne se dirige hacia mí y los ojos de todos los presentes se posan en mí—, vamos a necesitar que contengas a los demonios cuanto te sea posible. Si es posible que los hagas retroceder, mejor. Así ganaremos terreno con mayor rapidez.

Asiento, pero no puedo deshacerme del nerviosismo y la ansiedad que me invade el cuerpo.

Finalmente, cuando la mujer termina de hablar, nos instruye a subir a los todoterreno; y así empiezan a hacerlo todas.

Estoy a punto de subir a uno de los vehículos, cuando una mano suave pero firme se posa sobre mi hombro. De inmediato, vuelco mi atención hacia quien me está llamando y me saca un poco de balance encontrarme de frente con el rostro de Anne tancerca del mío.

Sin decir nada, tira de mí ligeramente, para apartarme del resto de las chicas, y mira hacia todos lados antes de encararme. Su expresión es ansiosa, urgente.

—Sé que ahora no es momento de decirte esto, pero necesito que lo sepas —dice, sin preámbulo alguno y, de inmediato, las alarmas se encienden en mi sistema—. Conocí a tu madre. Ya lo sabías, ¿no es así? —Dice y asiento rápidamente. Ella también lo hace y me acuna el rostro con una mano en un gesto maternal antes de continuar—: Era una buena mujer. Una Druida excepcional, con unas habilidades fuera de este mundo. —Hace una pequeña pausa, como si necesitara unos segundos para ordenar sus ideas—. Veo mucho de ella en ti. Ha sido un honor para mí entrenarte. Tu madre habría estado orgullosa.

—¿E-Eran amigas? —Apenas puedo pronunciar, pero necesito saberlo.

Anne sonríe y asiente.

—Yo era una chica rebelde que abandonaba la Fortaleza Guardiana cada que tenía oportunidad, y a tu madre le encantaba experimentar con hechizos nuevos en la reserva natural. Era inevitable que nos encontráramos —dice, y noto la nostalgia en su tono—. Siempre soñamos con escapar de Kodiak. Abandonar la isla y huir con las Yang.

—¿Las Yang? —inquiero, con el entrecejo fruncido.

Ella sonríe.

—Son como una leyenda. Una comunidad de mujeres brujas de todas partes del mundo. Viven recluidas algún lugar de Asia y... —Suspira y hace un gesto desdeñoso para restarle importancia—. Soñábamos con buscarlas y formar parte de su comunidad. Volvernos Yang y olvidar nuestros orígenes. —La suave sonrisa que esbozaba se diluye ligeramente—. Pero, supongo que siempre supimos que la sangre es imposible de ignorar. Ella era una Black... Y yo siempre he sido una Knight.

Guardián ©Where stories live. Discover now