Capítulo IX

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Conducían a 100 por hora por la autopista. Era de noche. Llevaban casi dos horas en la carretera. ¿Por qué no coger un avión? Hell prefería no enfrentarse a los controles de seguridad; ya lo habían advertido. "No haga tonterías, señor Capobianco". Cuando consiguiese algo más de poder, se acabarían todas aquellas "tonterías". Tal vez ya era hora de eliminar a un par de peces gordos de la política.

Kiara, sentada en el asiento del copiloto, chateaba con Trevor. Había problemas con un foco al oeste de Nueva York; varios kilos de heroína habían desaparecido. La mejor forma de tener a Kiara distraída era con el manejo de las cuentas y la nueva galería de arte. Ya tenían el local, aunque las reformas tardarían en terminar un par de semanas. Hell quería que Kiara estuviese contenta y que no hiciera muchas preguntas, algo bastante egoísta.

-¿Y qué les vas a decir? - preguntó ella bloqueando el móvil y dejándolo sobre el salpicadero.

-¿Decir a quién, preciosa?

-A los padres del niño.

Hell tamborileó sobre el volante.

-No son sus padres –dijo.

-Sí lo son. Durante... ¿Año, año y medio? Lo han criado ellos. Él los llamará "mami" y "papi". ¿Estás seguro de que quieres hacer eso?

-Toda esa mierda moralista es un premio de consolación para padres adoptivos. Padres solo hay dos, y esa es mi hermana y el idiota de su ex. Es mi sobrino y tiene que estar con nosotros.

-No quiero que sientas que no quiero hacerme cargo del niño, solo intento darte otra visión más objetiva. He pasado por toda esa mierda y sé lo que duele. Ningún niño debería tener que afrontarlo.

-Y yo nunca te pediría que te hicieras cargo de él. Solo... Es mi sangre, ¿sabes? Fue nuestro salvavidas, para todos. Sobretodo para mi madre. Lo de DD fue duro, pero con Junior volvimos a respirar. No es solo un bebé, es nuestro bebé.

Kiara lo miró, con la cabeza apoyada en el respaldo.

-Vale. Lo entiendo. Solo intenta no pasarte, no queremos ningún trauma para DD Junior.

-No habrá trauma alguno.

Las informaciones fluían con mayor rapidez en aquellos últimos días. Cuando consiguió contrastar la casa y la familia con la que estaba su sobrino, se sintió morir. Por fin todo iba a volver a estar en su sitio.

Los padres adoptivos eran una familia acomodada con un bufet de abogados. Una casita con jardín, barbacoa y perro. La estampa perfecta. No había llegado a plantearse lo mismo que Kiara, no había pensado en los lazos de unión que el niño habría desarrollado hacia esos extraños. ¿Y si lloraba? ¿Y si le causaba realmente un trauma?

La urbanización que estaban buscando era bastante cálida. A Hell le habría gustado haberse criado en un lugar así. Llegaron al amanecer, Kiara dormida gran parte del trayecto y el móvil sonando cada pocos minutos. Ahora no podía ocuparse de la Familia, primero su sobrino.

-¿Me esperas aquí?

Había aparcado frente a la calle. Era domingo a primera hora de la mañana, pero ya había niños jugando con bicicletas y balones. Hell no sabía si era eso muy conveniente, más teniendo en cuenta que llevaba una pistola en la cinturilla de los vaqueros.

-Voy contigo.

Por su tono de voz, Hell dedujo que no acababa de fiarse de él. No iba a armar un jaleo, siempre y cuando los padres no se pusieran tozudos, claro.

En el jardín de la casa había un hombre de unos cuarenta años. Estaba montando un columpio para niños y tenía un manual de instrucciones extendido por el suelo, pero no parecía terminar de aclararse. Kiara se llevó la mano al escote y se puso las gafas de sol. Una suave brisa arrastraba su perfume e hipnotizaba a Hell. Adoraba la primavera.

Heroína (Saga Adrenalina III)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora