Capítulo XXI

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León puso cuarta y salieron disparados de la calle.

-Ponte el cinturón, peque.

-No van a hacerle nada, ¿verdad?

-No.

Soltó las manos del volante para quitarse la chaqueta. Sintió el impulso de decirle que era peligroso pero se sorprendió a sí misma pensando, "ah, no pasa nada, voy con León".

-Tenemos que volver.

Se apartó el pelo de la cara reteniendo el llanto.

-¡Dios, soy una persona horrible!

-Has hecho lo que debías.

Se quedó unos minutos callado. Al ver que su hermana no levantaba la cabeza de la ventanilla, alzó la mano para ponerla sobre su rodilla. De repente recordó algo. Tenía, tal vez, algo más de delicadeza ante determinadas situaciones y supo averiguar que a su hermana no le gustaría que la tocara. Es más, probablemente se sentiría muy tensa. Por primera vez en mucho tiempo en su rostro se reflejó algo más que indiferencia.

-La vida es una ruptura constante. Rompes con tu novio, con tus amigos, con tu familia, con tu trabajo... Por romper, romperás hasta contigo misma cuando mueras. Cuanto antes lo comprendes y lo aceptas, antes eres feliz.

-Pero yo no quiero romper con Henry. Solo quiero dejar de sentirme sucia.

-Lo sé, peque.

Kiara se encogió de hombros. Estaba temblando. Abrió la guantera y encontró un paquete de tabaco. Sacó un cigarro y pidió fuego a su hermano, pero León se lo quitó de los labios y lo tiró por la ventanilla.

Llegaron al aeropuerto a las tres y media de la mañana. Marcharse a California no era algo que Kiara deseara. En el fondo, solo quería estar bien. Tal vez con León pudiera estarlo. Su hermano sacó una bolsa de deporte del maletero. Dentro había unas deportivas, una sudadera de los Giants y un par de pantalones vaqueros.

-Será mejor que te cambies antes de embarcar. Me duelen los pies solo de verte.

-Vale – murmuró Kiara -. No llevo mis papeles.

-No te preocupes por eso.

-¿Y Trevor y el resto?

-Tienen un par de asunto que resolver en la ciudad. 

Kiara se dirigió al primer cuarto de baño que encontró y se cambió. No paraba de preguntarse si estaba haciendo lo que debía. Pero tampoco podía dejar de preguntarse por qué Hell no había hecho nada. "¿Porqué no pudo ayudarme? ¿Por qué no quiso ayudarme? ¿Y por qué no le dije la verdad? Tendría que habérselo dicho, se lo debería haber dicho porque si yo sufro él también tiene que sufrir porque es su culpa. Es su jodida culpa y quiere hacer como si nada hubiera pasado pero yo no puedo. Porque yo estuve en esa puta habitación encerrada y él no. Él no tuvo encima a Blue. Él no lo entiende. Él es hombre y los hombres no pueden entender esas cosas. No entiende la repugnancia ni la agonía. No entiende el asco que siento al sentirme a mí misma."

Ninguno lo entendía. Ninguno menos León. Cuando la aprensión había llegado a ser tal que había llegado a plantearse dormirse a base de somníferos, cuando dejó de surtir efecto el emborracharse todas las noches y llegar a casa en brazos de Hell después de que saliera a buscarla, cuando el besar a otros hombres dejó de anestesiar la ira, entonces llamó a su hermano. Llamó a León y se lo contó todo. Escuchó, palabra tras palabra, escuchó mucho. León sabía escuchar. Y después dijo, "No llores, peque. Vas a venir una temporada conmigo".

Al subir al avión, Kiara se tomó las pastillas que le puso su hermano junto al vaso de agua sin rechistar. Se fundió en un profundo sueño que la dejó descansar un rato. Por primera vez en meses se sentía tranquila. Era una contradicción enorme para sí misma. "Quiero a Henry pero, ¿por qué me siento tan liberada ahora?" El saber que estaba al lado de León, el contacto de su cabeza apoyada en su hombro, le había dado la paz mental que tanto ansiaba. León lo arreglaba todo. Incluso la miseria.

Heroína (Saga Adrenalina III)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora