Capítulo XXV

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Hell Capobianco quedó tirado en el suelo alrededor de las cuatro de la mañana. Había bebido tanto alcohol que su cuerpo no había soportado aquel chute de heroína en sangre. Nadie se molestó en ayudarlo ni en llamar a una ambulancia; eso era lo de menos. Aquella estaba siendo la fiesta del año y al desmayarse, Hell había caído de boca, por lo que no lo reconocieron. Él mismo, dentro de su inconsciencia, se preguntaba si alguna vez había sobrepasado el límite. Aquel límite invisible que todos creían existente y que él siempre había ignorado. Y lo había hecho porque, tal vez, había estado bastante lejos de traspasarlo.

-¡Hell!¡Despierta, joder! ¡Henry!

Sus terminaciones nerviosas reaccionaron y abrió los ojos. Tears estaba sobre él. Llevaba golpeándolo dos minutos y medio. Habría necesitado un par de minutos más para centrarse y que su cerebro comenzase a razonar, pero su hermana no se los dio.

-¡Sky está de parto!

Hell se incorporó como bien pudo. Guau. La fiesta había arrasado con todo el mobiliario de la casa. Había un desagradable olor a alcohol rancio y a vómito. Había más de una decena de personas esparcidas por toda la casa, inconscientes, como había estado él antes de que Tears lo hiciese volver a la realidad.

-¿Cómo que de parto...? - murmuró con voz turbia.

-¡De parto, coño, de parto!

Estaba a punto de pedirle que no le gritara cuando le vomitó encima. Tears se quedó muy quieta unos segundos, hizo una mueca a punto de llorar y seguidamente gritó:

-¡¡¡Mamá!!!

Se suponía que no debía haber nadie de su familia en casa en el momento de dar aquella fiesta. Babe y sus hermanas pasando el fin de semana en un spa con DD Junior y su tío Jack de casinos. Aquella era la semana asignada por Hell para deshacerse de Jack Golding. Todo estaba preparado. Todo después de aquella fiesta de dos días. Lo que Hell no sabía era que ya estaban a lunes por la mañana, cerca de mediodía y todos habían regresado.

Hell vio una silueta borrosa apoyada en el marco de la puerta. Le gritaba.Dedujo que era Sky porque estaba muy, muy gorda. El embarazo no le había sentado nada bien y tener tan lejos a su marido, tampoco. Hell había querido traer a Nick de vuelta al país pero se había encontrado con un pequeño contratiempo: no era capaz de localizarlo. Le daba largas a su hermana mientras buscaba la forma de contarle sus sospechas. Es decir, que Nick se había largado con el dinero ganado por los dos a alguna isla paradisíaca y la había dejado tirada.

-Lo dejamos, no puede ni levantarse – oyó la voz de su madre junto a él, olió su perfume.

-¡No tenemos documentación, mamá! - gritó Tears - ¡¡¡Estamos en las listas de la policía!!!

Cada subida de voz era un cuchillo en la cabeza de Hell. Todo temblaba a su alrededor, incluido él.

-¡¿Y qué quieres que haga yo si tu hermano es un inútil?!

Tears se quitó la camiseta, asqueada, mientras su hermana intentaba controlar las contracciones. Babe le dio un golpe en el estómago a Hell con la punta del tacón, como última esperanza para que reaccionara. Lo único que hizo Hell fue volver a vomitar.

-Túmbate ahí, tendrás al niño en casa – indicó Babe.

-¡¿Qué?! ¡¿Cómo voy a parir aquí en medio?!

-¿Tiene alguien una idea mejor? - preguntó cerrando las puertas correderas de la salita – Yo os tuve a los cuatro sin epidural. Ni anestesia ni mariconadas.

 Ni anestesia ni mariconadas

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Heroína (Saga Adrenalina III)Where stories live. Discover now