3. Loca Atracción (pt. 2)

8.6K 663 17
                                    

Mariel se dio cuenta que había una nueva solicitud de amistad de Facebook, y un nuevo mensaje de Gisela en su Smartphone cuando volvió de darse una ducha. Para su sorpresa, la solicitud de amistad era de Charly Contreras... Carlos, el que ella había estado buscando por la web un rato atrás sin suerte alguna.

Sin dudarlo un solo segundo, Mariel aceptó la solicitud. Fue a ver el perfil del chico que le gustaba, y vio que él ni siquiera había cargado una sola foto todavía. Ninguna actualización de estado, nada. ¡Qué tremenda decepción!

Miró el mensaje de Gisela: “Carlos me agregó como amiga en facebook!!! Fui la primera que agregó!!!”

Mariel no le contestó. ¡Tremenda segunda decepción! Dejó el teléfono sobre su mesa de luz, y se desplomó en su cama, recordando la manera en la que Carlos había actuado antes de entrar a clase esa mañana, la forma en la que se había quedado mirándola, la forma en la que se había acercado a ella, para luego irse en otra dirección.

La atracción por parte de ambos era innegable. Era como si el tiempo se detuviese cuando estaban cerca, como si una fuerza extraña los atrajese. Ella bien podía sentirlo; y ahora estaba obsesionada con él. Era irremediable, no podía evitarlo.

Mariel sintió como grandes lágrimas corrían por su rostro. ¿Por qué lloraba? Ella, que nunca había dejado que un chico fuese el dueño su corazón, ella que quería esperar al indicado y estar segura de que lo era antes de abrirle sus puertas…  estaba enamorándose de alguien con quien ni siquiera había intercambiado una sola palabra, alguien que fácilmente podría herirla si confiaba en él. ¿Podía ser real? ¿Estaría volviéndose loca?

Sentía su corazón latir rápida y furiosamente dentro de su pecho cuando pensaba en él: Hermosamente atractivo, castaño con el pelo corto pero bien brillante, ojos profundos color chocolate. Sus brazos musculosos, poseedor de un físico mucho más desarrollado que el de cualquiera de los chicos de su edad. Mariel no podía evitar imaginárselo sin camisa. En su mente lo veía en el balneario de Santa Rita, caminando en la playa bajo el sol con tan sólo un bañador puesto, mostrando casi todo su cuerpo bronceado. Ella nunca había pensado en un chico de esa manera y eso un poco le asustaba.

Decidió que debería dejarle claras sus intenciones a Gisela y le contestó su mensaje: “Lo siento mucho pero yo lo vi primero.”

Eso bastaría para dejarse entender. Era un código entre amigas que no podía romperse.  Cuando estuviesen caminando hacia la escuela al día siguiente, le explicaría a su amiga la forma en la que Carlos Contreras la hacía sentir. Gisela se asombraría, estaría un poco molesta en principio, pero luego lo aceptaría. Tal vez hasta se conformaría con su hermano, del cual ninguna de las dos todavía sabía el nombre. Tal vez hasta comenzaría a planear un casamiento doble.

Mariel se empezó a reír al considerar esa idea tan graciosa pero, conociendo a Gisela, sabía que eso era de esperar. Gisela se enamoraba muy fácilmente, y así de fácil también salía herida, aunque luego se empeñase en negarlo.

Después de esperar alrededor de una media hora, Carlos vio que Mariel había aceptado su solicitud de amistad. También lo habían hecho Johanna y Gisela, pero a él eso no le importaba en lo más mínimo. Ni siquiera se molestaría en mirar el perfil de esas chicas. Lo primero que hizo fue ponerse a mirar las fotos que la chica que tanto lo obsesionaba tenía publicadas. Todas sus fotos, desde la más vieja hasta la más nueva.

“Sí, definitivamente ella ha vivido en esta casa,” decidió Carlos al ver las fotos. Es más, notó que su habitación había sido esta misma que él ahora estaba usando. “¡Qué hermosa que es!”, no podía dejar de repetirse ese pensamiento. ¿Cómo no enamorarse de una chica así?

Pero él no podía hacerlo, no debía enamorarse. No por él, sino por ella; él no se merecía a una chica como ella. Estaba maldito, de por vida. No quería arruinarle la vida a nadie más, y mucho menos a una chica tan bonita por dentro y por fuera, que se merecía lo mejor en la vida. Él estaba destinado a la soledad, por el resto de sus días. Esa había sido su decisión.  No importaba lo que su corazón le dictase, su mente debería ser capaz de controlarlo. Si de ella desafortunadamente se enamoraba, ella nunca lo sabría.

Carlos subió una foto de perfil y cerró su Facebook. Tenía tarea que hacer y una chica de la cual olvidarse.

Mariel estaba escribiendo una nueva entrada en su blog. Estaba inspirada. No sabía de dónde salían esas palabras, pero las sentía fluir bien dentro de ella.

Alma mía que esperas…

alma mía que sufres en silencio…

otra alma por ti espera,

otra alma por ti también sufre en silencio…

esperando el momento,

esperando el momento oportuno

para unirse contigo y formar

entre las dos  tan sólo una.

Publicó el poema en su blog, que hacía muchas veces de diario íntimo, y al que sólo Ana y Gisela tenían acceso. Leyó de vuelta las palabras y suspiró. ¿Realmente había otra alma esperando por ella? De cierta forma el concepto de almas gemelas le parecía tan adecuado en esos momentos. ¿Sería real? Tal vez eso explicaría por qué hasta ahora nadie había parecido se correcto para ella. Nadie… hasta que puso sus ojos en Carlos Contreras y su forma de ver al otro sexo cambió.

Esa noche, Carlos volvió a soñar con ella. Estaba sentada en el columpio que se encontraba en el patio trasero de su casa nueva, la que antes le había pertenecido a ella. Ella lo miraba fijamente por unos segundos antes de comenzar a hablarle.

–Sé lo que sos y no me das miedo. Quiero conocerte Dejáme conocerte.

Carlos tan sólo se limitaba a mirarla pero, en un segundo y antes que él pudiera darse cuenta para reaccionar, ella estaba frente a él, a tan sólo un centímetro de distancia. Él podía sentir su respiración en su cara.

–No puedes huir de lo que nos está pasando –continuó diciendo ella, sus labios casi pegados a los suyos–. No puedes huir de nuestro destino.

No podía moverse, no podía hablar siquiera, pero si hubiese podido, hubiera protestado, hubiera tratado de escapar de ella. Le hubiese dicho que temía lastimarla, que no le convenía acercarse demasiado a él.

De repente, prestó atención y pudo ver una especie de cordón plateado uniéndolos. Cada extremo del cordón partía del interior del pecho de cada uno de ellos, y se veía como si estuviese compuesto por dos hilos entrelazados, formando una sola cosa perfecta e irrompible.

Él la miró fijamente, queriendo preguntarle el significado de eso que estaba viendo, pero todavía seguía sin poder emitir una sola palabra. Ella pareció darse cuenta de lo que él quería decir, pero la respuesta que le dio fue aún más críptica.

–No hay forma de romper el cordón. Estamos unidos de por vida –le dijo, y luego desapareció. Se esfumó en el aire a la vez que una gran luna color sangre aparecía por el horizonte.

Carlos abrió sus ojos, aliviado al darse cuenta que podía moverse. Estaba de vuelta en su habitación. Tan sólo había sido un sueño, pero había sido tan real que no sabía que pensar. Esa noche le costó unas cuantas horas volver a conciliar el sueño.

Mi Luna CarmesíDonde viven las historias. Descúbrelo ahora