8. Importantes revelaciones (pt. 2)

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Mariel caminó las cuatro cuadras desde su casa hasta la de Gisela. Eran las tres de la tarde y era un día hermoso; no hacía ni frío ni calor. A sus alrededores podía ver cómo las hojas de los árboles ya estaban empezando a caerse. Después de todo, al día siguiente comenzaría el otoño. “Los días ya comenzaron a acortarse,” recordó Mariel.

Les había dicho a sus padres que debía realizar un trabajo práctico junto a Gisela. Sabía que ellos habían escuchado rumores sobre su amiga, y que pensaban que no era una muy buena influencia para ella; estaban a tan sólo un paso de prohibirle que se siguiesen viendo. A Mariel no le importaba lo que dijesen: sus padres no le elegirían sus amistades y seguiría viendo a Gisela por más que no se lo permitiesen.

Gisela estaba sentada en el patio de su casa, esperándola ansiosa. Mariel se sentó junto a ella, sonriendo. No sabía cómo empezar a contarle su historia. ¿Pensaría su amiga que ella estaba loca? 

Después de conversar un rato sobre temas no relevantes, al menos para ella en esos momentos, Mariel decidió comenzar a hablar sobre el tema.

–Gise. Vos crees en que cosas raras pasan de a veces, ¿no? –le dijo, entablando contacto visual. Gisela parecía un poco sorprendida.

–Claro que sí, a veces pasan cosas raras. No siempre, pero a veces sí.

–Bueno –prosiguió Mariel–. La verdad es que yo no te había dicho nada hasta ahora porque suena como una locura, pero me han pasado muchas cosas raras con Carlos.

–¿Qué tan raras? Explicate un poquito mejor –le pidió Gisela, mirándola con atención.

–Bueno… es difícil describirlo, pero cuando conocí a Carlos y lo miré a los ojos, sentí como si lo conocía desde siempre. No sé si creer en vidas pasadas, pero si existen, yo estoy segura que en nuestra vida pasada seguramente estuvimos juntos.

–Seguí contándome –le pidió Gisela mientras se ponía cómoda en su silla. Sabía que la charla sería larga.

–Ok. Voy a tratar de hacerlo lo más corto posible. Te sigo contando… El día que nos encontramos en el baile y nos besamos, pude ver imágenes en mi cabeza. Primero veía de la forma que él me veía a mí, pero luego… vi algo muy feo –Mariel pausó, no sabía cómo proseguir.

Mariel se detuvo. No sabía si seguir contándole a su amiga; no sabía qué estaría pasando por la cabeza de Gisela en estos momentos.

–¿Qué fue exactamente lo que viste? Decíme –le pidió Gisela, luciendo preocupada. Mariel tragó saliva y continuó.

–Vi sangre y muerte… vista desde sus ojos. Y salí corriendo. Estaba asustada. –Gisela asintió, parecía entender algo ahora que antes no había podido comprender.

–Sí. Eso lo vi. Saliste corriendo como una bala. No sabía si seguirte pero cuando vi que Carlos te seguía, decidí no intervenir. –Mariel respiró profundo.

–Cuando me alcanzó, yo ya estaba empezando a tranquilizarme. Me explicó que eso que vi era algo con lo que él tenía pesadillas. Supe que no estaba mintiendo. No sé cómo, pero bueno, dudo que sea un asesino serial. –Las dos se pusieron a reír cuando Mariel dijo lo último.

–No, no creo que lo sea –estuvo de acuerdo Gisela–. ¿Eso es todo? ¿O hay más?

–No. Hay más, mucho más. Esto recién empieza.

–Dale, te escucho –la instó Gisela, lista para escuchar más cosas raras.

–Bueno. Esa noche tuve una pesadilla. Lo vi mitad humano, mitad lobo. Seguramente era una forma de mi subconsciente para expresar mis miedos. No sé. –La cara de Gisela estaba empezando a cambiar. Parecía que le estaba comenzando a caer la ficha sobre algo, pero Mariel no le dio tiempo a decir nada, y siguió hablando–. Después, esa semana me llegó un sobre con el árbol genealógico de Carlos y una nota…

Mi Luna CarmesíWhere stories live. Discover now