Capitulo 16

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Cada vez que oigo la palabra club la montaña de carne viene a mi mente. Es difícil de explicar, pero el rato que paso con él es el único en el que no me siento amenazada ni asustada. Quiero creerle por encima de todo, lo necesito. Es mi única esperanza.

Solo llevo aquí unos días y mis nervios ya están destrozados. A veces comienzo a temblar sin razón en medio de la noche y segundos después mi cuerpo se descompone. Otras, mi corazón late desenfrenado y siento que me ahogo debido a las taquicardias.

Pensar en la posibilidad de que alguien pueda ayudarme es lo único que consigue que me mantenga cuerda. De no ser así, no sería capaz de seguir adelante. Te despiertan a cualquier hora, te privan de alimentos y te golpean sin razón. Te desquebrajan emocionalmente con la única intención de vaciarte para que pierdas la voluntad y así poder manejarte a su antojo.

Hay veces que me siento tan desorientada que ya no sé ni dónde estoy. Ni si es de día o de noche. Pero sin duda lo peor de todo es la maldita incertidumbre. No saber qué pasará, dónde te llevarán o qué intenciones tienen contigo es la peor de las torturas... Y aun así tengo que dar gracias porque no soy de las que peor lo están pasando. Ver lo que están haciendo con Ana me rompe el alma. Por alguna razón todavía no me han vendido a los clientes como a las

demás. Por todo lo que hablan, intuyo que el jeque y mi virginidad tienen algo que ver, seguro que después no me libraré de pasar por lo mismo.

Me siento nerviosa y con ganas de saber qué me dirá la montaña esta vez. Ojalá se le haya caído la venda de los ojos y haya descubierto por sus propios medios a lo que se dedica su padre. Espero que si estoy en lo cierto, cumpla su palabra... Entiendo lo difícil que debe de ser aceptar algo así de quien te ha criado, pero algo me dice que no es una persona que apruebe este tipo de prácticas. Se está tomando demasiadas molestias.

Cuando llegamos hay varias personas en la puerta. Todos parecen estar bebidos y hay sangre en el suelo.

—¿Qué ha pasado aquí? —pregunta Aníbal.

—Dos tipos discutieron por la misma puta.

—¿Lo habéis solucionado?

—Sí, no hay problema, ya se los llevaron.

—De acuerdo... —Mira a su alrededor—. ¿Ha llegado el cliente?

—Sí, señor, está en la número 12. —Parpadeo, confusa. La 5 debe estar ocupada.

—¿Está avisado de hasta dónde puede llegar con ella? —asiente y mi jefe parece conforme—. Ya sabes qué hacer —me dice y me hace un gesto para que entre por la puerta de al lado.

Camino decidida por el pasillo sabiendo dónde tengo que ir y cuando llego a la habitación abro sin llamar y busco a la montaña con la mirada.

—Me encanta la puntualidad de Aníbal. —No reconozco su voz y me giro rápidamente buscando a la persona que habla. Con horror descubro que no es quien pienso, sino un hombre bastante mayor vestido con un traje azul marino y una corbata roja. Me quedo paralizada mirando en su dirección y vuelve a hablarme—. ¿Hablas mi idioma? —Dudo si contestar, pero finalmente muevo la cabeza de manera afirmativa—. Pareces tensa... —Agarra mi brazo—. Ven, siéntate a mi lado y vamos a relajarnos un poco. —Me aparta de la puerta, echa la llave y la guarda en su bolsillo.

Un fuerte calor gatea por mi espalda hasta llegar a mi cabeza y tengo la necesidad de huir de allí, pero desgraciadamente estoy atrapada y no puedo. Me guía hasta una mesa de cristal en la que hay un vaso con bebida, un canutillo hecho con un billete y varias rayas de polvo blancas.

—Dale —me dice y señala lo que parece droga.

—Señor, yo no...

—¡DALE! —Me empuja hacia la mesa y tengo que sujetarme para no caer.

La Marca de Sara - (GRATIS)Där berättelser lever. Upptäck nu