Capitulo 32

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Izan

Pasamos varios minutos abrazados y en silencio.

—No sé si podré aguantar esto por más tiempo, Izan. —Noto el calor de su aliento en mi piel cuando habla. Está bastante afectada y no sé cómo calmarla.

—Debes hacerlo. Por tu madre, por tus hermanos, por... Lucas.
—No me gusta nombrarle—. Y por mí.

—No imaginas cómo nos tratan aquí. Todo lo solucionan a golpes. —Miro con más atención su cuerpo y un nudo se me forma en la boca del estómago—. Me duele todo, Izan. Nos torturan, nos drogan, nos privan de lo más básico.

—Voy a sacarte de aquí como sea. —Me incorporo y me mira confusa—. Te juro que lo haré, aunque tenga que pasar por encima del cadáver de mi padre. —Recojo mis ropas y comienzo a vestirme.

—Izan, no me dejes sola, por favor, no te vayas... —Su lamento me afecta. Me cuesta demasiado verla tan afectada.

—Tranquila. —Me acerco a ella de nuevo y le pongo la mano sobre la cara—. Tengo un plan y espero que sirva.

—Pero no te vayas. No soportaré verme sola de nuevo. —Seco una lágrima que se escapa de sus ojos.

—Si me voy de aquí, será en contra de mi voluntad... y si eso ocurre, antes de que puedas si quiera darte cuenta, estaré aquí de nuevo con ayuda. Vamos a sacaros de aquí a todas de una manera u otra.

—Ten cuidado, por favor... —dice angustiada—, he visto como tu padre y Alacrán mataban a un hombre delante de mí. No tienen miramientos.

—¿Qué? —Arrugo la frente, impactado. Debo haberlo entendido mal—. ¿Puedes repetir eso?

—Tu padre y Alacrán estrangularon al hombre al que le robé el teléfono.

—¿Estás segura de lo que estás diciendo? —digo con los ojos muy abiertos.

—Sí, Izan. —Llora—. Le castigaron así por su descuido y me culparon a mí de su muerte. No pasa un día sin que, al cerrar los ojos, recuerde aquella macabra escena.

—Santo Dios... —Me aparto de ella y camino nervioso por la habitación. Mi respiración se descontrola e intento calmarme, pero sin éxito—. Esto es todavía peor de lo que creía —digo entre dientes, y Sara me oye.

—Es mucho peor... —solloza.

—Tengo que llamar al comisario ya mismo. No puedo esperar a salir del edificio. —Saco el teléfono y marco su número. Me lo pongo en la oreja y espero el tono de llamada.

Tras unos segundos, retiro el móvil de mi oído y lo miro. Vuelvo a marcar y repito los mismos movimientos.

—Tienes que marcar el prefijo de España —dice Sara al ver que tengo problemas—. A mí me pasó lo mismo cuando intenté llamar desde México.

—No tendría por qué hacerlo —contesto extrañado—, tengo contratada una tarifa internacional. —Aun así, hago lo que dice y marco el prefijo español. Espero el tono y nada. Lo miro de nuevo y me doy cuenta de que no hay cobertura. En su lugar aparece una X. Intento navegar por internet y tampoco funciona—. Qué raro. —Lo reinicio y pasa lo mismo.

—¿No puedes? —pregunta Sara preocupada.

—No. El teléfono no funciona.

—Quizás es porque estamos fuera de la ciudad y los repetidores no llegan hasta aquí.

—No creo que sea eso, he visto varias antenas mientras venía caminando. Esta zona está reforzada.

Tres golpes en la puerta nos sobresaltan y nos miramos.

La Marca de Sara - (GRATIS)Where stories live. Discover now