Capítulo 26

319K 24.3K 3K
                                    

—¿Colombia? —Trato de ocultar mi sorpresa. Ha caído en la trampa. No puedo creer que el plan haya salido tal y como el comisario aseguró. Ese hombre parece predecir el futuro.

—Sí. Han surgido algunos problemas y he venido a solucionarlos. Por un tiempo estaré aquí. Seguimos en contacto.

—Espera, papá. —Necesito saber más—. ¿En qué parte de Colombia estás?

—¿Desde cuándo te interesa tanto mi paradero? —responde extrañado, y siento miedo de haber metido la pata.

—No es eso. —Pienso una excusa rápida—. Hay un campeonato importante de culturismo y fitness allí, y al ser mi federación internacional tengo que ir en breve con mi equipo para participar. —Debido a mi trabajo viajo bastante, y con suerte será creíble—. Si necesitas cualquier cosa, puedo llevártela.

—Ohm... —Hace un silencio—. Este viaje ha sido muy precipitado y me harían falta algunos documentos. Pero ya hablaremos.
—Cierro los ojos con fuerza al oír su frase—. Si los necesito, ya te avisaré.

—De acuerdo —respondo intentando aguantar mi nerviosismo. Me siento cada vez más cerca de encontrar a Sara. Nos despedimos y guardo de nuevo el teléfono en el bolsillo.

La chica de antes no parece querer perder la oportunidad de estar conmigo y vuelve a la carga.

—Vamos, grandote. —Me llama desde la puerta—. Te estoy esperando.

—No me interesa —respondo secamente—, busca otro pez que muerda tu anzuelo.

—¿Acaso no te gusta lo que ves? —Señala su cuerpo.

—No me gusta lo que eres —contesto y arruga la frente—. ¿De verdad estás aquí por gusto? ¿Te motiva este trabajo?

—A veces —sonríe, pero ya no parece tan alegre.

—¿Por qué no buscas un empleo diferente? ¿Algo que al menos no te haga perder la poca dignidad que te queda? —La expresión de su rostro cambia.

—¿Eres padre? —dice con tristeza.

—No. —Frunzo el ceño—. ¿A dónde quiere llegar con esa pregunta?

—Pues entonces no lo entenderás nunca. —Se acerca a mí y baja el tono de voz para que los demás no la oigan—. Tengo un hijo de 5 años al que alimentar. Se pasa la mayor parte del tiempo solito en casa porque el cabrón de su padre nos abandonó dejándome al cargo de una gran deuda. —Hay sinceridad en su mirada—. Desde entonces, estoy pagándola como puedo para que no nos maten a ninguno de los dos. Un empleo normal no me rentaría suficiente y ya estaríamos bajo tierra él y yo. —Trago saliva y siento lástima por ella. Siempre detesté a este tipo de mujeres. Pensaba que ejercían porque era una manera fácil de ganar dinero, pero poco a poco me voy dando cuenta de que detrás de cada una de ellas hay una historia que te deja sin aliento. Puedo hacerme una idea también de lo que debe de estar pasando su hijo.

—¿Y no puedes al menos huir del país?

—Nos encontrarían. El prestamista al que acudió mi ex tiene demasiado poder y no tardarían en dar con nosotros.

—Entiendo... —Pienso en todo el sucio y maldito dinero que tiene mi padre a costa de estas pobres mujeres y mi sangre hierve. Me giro con la intención de marcharme, pero algo en mi interior me detiene—. Dame tu número —digo sin pensar.

—No, no, no... Por ahí sí que no paso. Mira, ni siquiera sé por qué te he contado todo esto, pero no he pretendido darte pie a nada. Una cosa es por las noches, aquí en este lugar —señala la fachada del club— y otra muy distinta es que los clientes me llamen a deshoras pidiéndome favores. Necesito recuperarme y olvidar durante el día toda esta mierda para no venirme abajo.

La Marca de Sara - (GRATIS)Where stories live. Discover now