8. Como Christian Grey.

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(Es obligatorio escuchar la canción que dejo en multimedia)


Estaba nerviosa y me di cuenta cuando me miré en el espejo del baño del bar varias veces. Busqué a mi alrededor y me encontré con el lugar vacío debido a lo temprano que había llegado. No podía creer que fuera tan tonta de haberme vestido y arreglado tan temprano, seguramente era porque quería alejarme de Julian. Cuando terminé de prepararme y salí, no lo encontré por ningún lado. Me encontraba en un momento un poco bipolar, porque deseaba realmente que me detuviera o me dijera qué bien estaba, pero al mismo tiempo no quería. Sí, a veces puedo ser muy bipolar.

El bar estaba empezando a llenarse de personas y yo me sentía más insegura que nunca. En el baño podía sentirme segura, observando lo mucho que mi cuerpo había cambiado desde que había ido a la secundaria. Me miré unos segundos, bajando la falda corta que llevaba y tratando de recordar que no tenía nada que envidiarle a mis compañeras. Había logrado ser linda a mi modo, conseguir la aceptación que deseaba en otro país y no podía caerme.

Obviamente me mentía a mi misma, nunca me había sentido tan fea y gorda como en ese momento.

Cuando salí del baño, tragando mis inseguridades y caminé hasta la mesa en donde vi que estaban mis compañeras. Como de costumbre, encontrarme con ellas fue un cachetazo de realidad que no estaba preparada para sentir. Estaban impecables, incluso María José que era una madre y supuestamente eso en mi cabeza la hacía más fea. No, esa gente era linda de una manera que no podía entender.

Delgadas, sus vestidos quedaban perfectos cuando no había grasa que retuviera su ropa, dejara marcas o simplemente les costara meterse. Incluso MJ (como me gustaba decirle a María José) con aquellas calzas como de goma no parecía haber tenido problemas para meterse en eso. Yo había tenido que saltar y ponerme medias para entrar en un vestido. Me senté frente a ellas, tragandome toda la dignidad que alguien podía tener.

—Yanina te quiere contar algo —avisó Giselle de la nada, llamando mi atención y dirigí mis ojos a la rubia. Ella movió su cabello dorado de un lado al otro, creando un suspenso que no tenía ganas de soportar. Se rio de esa manera perfecta que tenía y bebió un poco del contenido de su copa, yo hice lo mismo. Lo necesitaba.

—Me voy a casar con Mike —anunció y todas sonrieron, como si supiera de quién estaba hablando. Fingí que estaba contenta por ella, que no envidiaba su vida americana y todas esas fiestas muy fancys. Tuve un rápido pensamiento y recordé que Yanina había tenido un romance corto con Mauro, el chico que ahora robaba en las calles de Lincoln. No me había acordado de eso hasta que comentó que se iba a casar. ¿Sabía ella el destino de su amor de secundaria? ¿Estábamos condenados a recordar nuestro primer romance o solo yo pensaba en esas cosas? ¿Yo era la única que lo había materializado de alguna manera?

—Quiero que seas una de las damas de honor —me informó con su sonrisa divina mientras tomaba otro trago. María José seguía incómoda en ese lugar con el vaso de gaseosa sin tocar, Giselle bailaba con los hombros en su asiento y aun así todo me parecía lejano—. Gise y Jose van a ser las damas de honor también y con tu vuelta, te necesitamos.

—¿Por qué? —solo pude preguntar, todavía confusa. La pregunta obviamente sorprendió a Yanina, que no estaba acostumbrada a recibir cuestionamientos cuando debía haber afirmaciones—. ¿Por qué quieres que sea tu dama de honor en tu casamiento? Ni siquiera hablábamos antes...

Sí, hablábamos. Me decía que era una gorda cuatro ojos y que no iba a tener nunca futuro. Se burlaba de mi situación económica, de mi acné, de mi cara redonda, de mi culo del mismo tamaño que mi silla y a pesar de eso, ahí estaba pidiéndome que sea parte de su vida. No podía creerlo.

El karma de Shirley [YA EN LIBRERIAS]Where stories live. Discover now