18. Helados.

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El miedo nos invadió a todas por igual cuando Yanina salió del baño con el test de embarazo en la mano. Nunca había estado en la casa de la rubia, pero era casi una mansión e impresionaba con solo mirarla. Estaba a las afueras de la ciudad, en una especie de barrio de ricos cerca del parque más grande de Lincoln. No había nadie en su casa, ya que comentó que estaban de vacaciones sus padres y me sentí algo extraña al enterarme que todavía vivía con ellos. Sentadas en la cama de Yanina, me sentí una adolescente con miedo de ver a una amiga perdiéndolo todo.

—Lo que no entiendo es porqué...

—¿Tenés que preguntar todo, Giselle? Porque soy una pelotuda, ¿ok? Fui a verlo, porque las palabras de Shirley me quedaron en la cabeza sin parar y empezamos a hablar como si nada. Lo hicimos en el sillón lleno de agujeros —se quejó recordando aquello como si fuera algo odiable. Suspiré, pobre Mauro. Pobre ambos. No solamente él, me regañé luego—. No me cuidé porque ni siquiera pude pensar. Quería saber si seguía sintiendo cosas por él y... y pasó.

—¿Esto hace cuanto fue? Porque si estamos haciendo una prueba ahora...

—La noche después que me probé el vestido —le recordó Yanina a María José, que estaba mostrándose en sus etapas de madre.

Me dolía mucho la cabeza y quería volver a mi casa con Julian, pero tampoco podía omitir tanto mi vida para quedarme con una ilusión toda la tarde. La había pasado muy bien, pero tenía una vida real. Las chicas eran mi vida real, tenía que ir a ver a Laura y también recuperar mi télefono, uno no se puede quedar en la fantasía por mucho tiempo o se vuelve parte de ella.

—No puedo creer lo que hiciste. ¿No aprendiste de lo que me pasó a mi, Yanina? ¡Me pasó la misma pelotudes! ¡Sos una adulta! ¡Una adulta que se va a casar! Engañaste a tu marido, no te cuidaste y ahora estás en un problema mayor.

—¡No vengas a juzgarme, José! Ni te atrevas a hacerlo porque cuando te pasó a vos la única que estuvo ahí fui yo. No estuvo Julian, no estuvieron tus papás, yo compré el test y lo hicimos en este lugar. Te abracé cuando nos enteramos el resultado, pagué tus cosas cuando no tenías playa y jamás te juzgué. ¿Por qué me juzgas a mi ahora?

Suspiré, ahí había un drama terrible del que yo no quería formar parte. Vi que Giselle se iba y la seguí hasta la cocina preciosa que tenía Yanina. No tenía mucha charla con la chica, así que no entendía que la tenía cabizbaja. La vi serviste agua y me quedé observando como se rompía, como comenzaba a llorar lentamente.

—¿Que pasa, Gise?

—¿Alguna vez sentiste que lo diste todo por una persona y que nunca te valoró? —me preguntó y yo asentí, me había pasado con Milton obviamente—. Soy la sombra de Yanina y aun así... aún así cuando necesita a alguien busca a José. No las culpo, siempre fueron unidas, pero a veces siento que ni siquiera me ve. Soy la pulga pegada a ella, la que le dice que todo está bien y no tiene otra vida.

Le sonreí con tristeza entendiendo sus palabras y admitiendo que estaba en lo cierto. Yo creía que ella era así, que realmente no tenía otros interés más que ser su sombre. Sin embargo, parecía que Giselle sufría por Yanina cuando ella la ignoraba y lo cierto era que la rubia era una persona bastante egoísta. Gise cumplía su función como la amiga que le perseguía el rabo y la aplaudía cuando lo necesitaba.

Quise poder encontrar palabras para expresarle algún tipo de sentimiento, porque sentía que era una persona con muchos sentimientos, con mucho futuro, pero no podía hacer nada. No podía ver más allá de su zona de confort. Le dejé una pequeña caricia en la espalda y traté de hacerla sentir un poco mejor.

El karma de Shirley [YA EN LIBRERIAS]Where stories live. Discover now