4. Como poner celoso a tu jefe y no morir en el intento

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Lo que voy a contarles ahora, no es lo más sensato que he hecho en mi vida, no lo niego

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Lo que voy a contarles ahora, no es lo más sensato que he hecho en mi vida, no lo niego. Pero espero que puedan entender mis conflictos en ese momento. Nunca había tenido nada sexual con nadie, esa experiencia anterior con Marcus había sido la más cercana a algo en mi vida. Y eso que no había sucedido nada, simplemente me hice la loca y me saqué el vestido porque me creía sexy. O mejor dicho, Marcus me hizo sentir sexy. No lo sé. Hay una gran lista de posibilidades de que no estuviera en mis cabales.

La experiencia de Marcus, demostrada anteriormente, me abrumaba. Tenía miedo que esa noche todo fuera a suceder mal, que yo dijera tonterías o directamente colapsara. No lo sabía, claro, pero estaba atemorizada en cada segundo que pasaba. Veía a lo lejos a mi jefe trabajar y yo no le quitaba la vista de encima. En un momento, mi supervisora me dijo que me pusiera a trabajar y luego desapareció como de costumbre, sin darme tiempo ni siquiera a responder.

Así que ahora les voy a pedir un nuevo pedido, una nueva promesa que no pueden romper. No me juzguen. No quería que Marcus me viera como una inexperta, que era y él lo había notado, sino que quería ser una bomba sexual (sí, otra vez usando esa palabra horrible). Sin más previo aviso, le dijo a mi amigo Matthew que esa noche quería mover las caderas contra su cuerpo (si, dije eso). Y él accedió tranquilamente en mi casa, un lugar seguro para mi. Lo único malo es que no podía escaparle como había hecho en la casa de Marcus. ¿Por qué iba a querer hacerlo? Todo iba a salir bien, me lo tuve que repetir varias veces porque no estaba segura.

Yo nunca lo estaba.

Esa tarde del lunes, me encontré con Marcus en la cocina, mientras me hacía un café y esperaba que la máquina se llenara. Era mi tiempo de descanso en la tarde y parecía que él lo sabía. O tal vez le había preguntado a mi supervisora, tampoco era tan difícil de adivinar qué estaba haciendo.

—¿Por qué no respondes mis mensajes?

Eso fue lo primero que dijo cuando apareció de la nada y me dio un gran susto. Lo observé desde donde estaba, sintiéndome pequeña y poco sexy, como de costumbre. Ese día no había pensado mucho mi atuendo y simplemente llevaba un jean y una camiseta que decía "salvemos a los pandas". Marcus la observó, o por ahí miraba mis tetas, y sonrió de lado sin comentar palabra sobre mi favoritismo por los pandas.

—No he recibido nada suyo —le respondió con tono totalmente cordial mientras me alejaba de la máquina e iba a buscar la taza en el cajón más alto del lugar. Obviamente, no llegué por más que tratara. Marcus se acercó por detrás mío y tomó la taza que decía "Si Britney Spears pudo con su crisis mental, tú puedes con esto". Volvió a reírse de mí y me alcanzó el objeto sin decir una palabra—. ¿Va a dejar de reírse de mí?

—¿Estamos formales hoy? —quiso saber y yo lo miré con el ceño fruncido, seguramente luciendo bien ridicula. No había nadie en la sala, solamente nosotros dos y de fondo se escuchaba el café cayendo. Nos inundaba el olor de la bebida y por un momento pensé que tal vez era la escena perfecta de una escritora. Faltaba un gato.

La lista del jefe [Editorial Scott #1]Where stories live. Discover now