8. Cómo comprar un consolador y no morir en el intento

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Sentada en mi cama, con la notebook en mi regazo, pienso si estoy lista para hacer lo que voy a hacer. Y, no, claro que no. Mi gato ronronea a mi lado, recordándome que está presente y que me juzga a pesar de creer que no es así. Por supuesto que lo hace, seguramente se burla con los otros gatos.

—Ayer mi dueña compró vibradores porque el jefe se lo pidió —seguramente le dice al gato naranja de la vecina y juntos se burlan ignorando que yo estoy llorando porque no sé qué hacer.

Estoy nerviosa, no voy a negarlo, pero también entiendo el punto de Marcus. No puedo tener relaciones con alguien cuando no conozco por completo mi cuerpo. Y, sí, antes de que digan algo, en el pasado he conocido algunas partes. Pero no sé si del todo bien. Lo que sentí con Marcus no tiene comparación a lo que yo hacía y me quedé pensando si era capaz de sentir más. Si se podía sentir más.

Tomé aire y me armé de valor para lo que estaba a punto de hacer.

Página en incógnito (no soy tan tonta como para dejar que google me muestre luego vibradores en todos lados) y entré a amazon para ver qué era lo que tenía que comprar. En ese momento me llegó un mensaje de Marcus y me tembló el cuerpo (sí, también en lugares que no sabía que podían saludarme). Miré nerviosa, con las manitos un poco temblorosas.

"¿Necesitas ayuda?"

Resoplé, por supuesto que necesitaba ayuda, pero no iba a pedírsela a él justamente. No podía, era una vergüenza que no era capaz de aprender a vivirla. No le iba a demostrar mi falta de experiencia a alguien como Marcus y no me importaba lo que dijera su tonta lista. No iba a hacerlo, fin.

Entré y comencé a ver el catálogo en silencio, sorprendida mientras bajaba por todos los productos que mis ojitos virgenes veían. ¿Qué carajo era una bala? Oh por Dios. ¿Podía usar un vibrador a distancia? ¿Qué era eso? Una locura. ¿Y si yo estaba en plena reunión y él lo hacía sonar? Mis piernas se movieron un poco incomodas y me di cuenta que deseaba eso. Seguí mirando, eso era mucho. Además el presupuesto era demasiado.

"Silencioso, pero muy poderoso" "10 velocidades distintas" ¿Para qué voy a necesitar tantas velocidades? Había de todos los colores, me causaba gracia que tuviera un consolador color rosa en la cartera. ¿Cuantas harían eso?

Y luego llegué a la peor parte. Sí, señores, a la parte de los pitos.

Pitos y pitos por todos lados. Penes, miembros, pitos de colores, penes venosos, pitos y más pitos. Cerré la tapa del ordenador y miré hacia los lados, por suerte había cerrado la ventana. Miré a mi gato y entrecerré los ojos esperando que él me dijera que estaba pensando de mi. ¿Y si en él se ocultaba el espíritu de mi abuela? ¿Y si me estaba juzgando?

—No le cuentes esto a papá y a mamá cuando vengan, ¿ok? —le pedí y volví a abrir la computadora dispuesta a comprar mi pito con pilas.

Decidí empezar a leer reseñas, porque creí que tal vez eso me iba a ayudar. Muchas eran buenas y otras un poco ridículas como "vino con un testículo medio aplastado". Me entró la risa fácil y no pude evitar tomarme todo a chiste. Luego de las risas y de burlarme de los penes de plástico, tomé aire y decidí que no sabía qué hacer. Por suerte, y como si estuviera leyendo mi mente, Marcus me llamó.

La lista del jefe [Editorial Scott #1]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora