16. Cómo concretar mi contrato con mi jefe y no morir en el intento. II

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Mi corazón palpitaba enloquecido sobre mi pecho, podía sentirlo todavía en todos lados por la oleada de calor que había sentido

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Mi corazón palpitaba enloquecido sobre mi pecho, podía sentirlo todavía en todos lados por la oleada de calor que había sentido. El sudor frío recorría mi piel, todavía sintiendo los estragos del orgasmo que el maldito de mi jefe había ocasionado con sus dedos y lengua. Ahí, sobre mi cama semidesnuda me sentí la mujer más bella del mundo, como si nadie pudiera decirme jamás lo contrario. No creo que nadie sea capaz de describir un orgasmo luego de vivirlo. La mente nublada, la respiración tratando de volver a ser la misma y al mismo tiempo deseando quedarme ahí para siempre.

Pero sé que eso decepcionaría a muchos.

Marcus volvió a mi, luego de desnudarme a su antojo y yo sin decir ni mu. Sus besos me corrieron todo el cuerpo mientras que todavía yo estaba en la luna sintiendo todo y al mismo tiempo nada. Nos encontramos con la mirada, en aquella oscuridad de mi habitación que solo era interrumpida por las pequeñas luces de navidad blancas que recorrían toda mi habitación.

Todo él era hipnotizante. Sus ojos claros más oscuros que de costumbre, su boca besando mi cuerpo, su espalda moviéndose mientras se movía a su antojo. No había visto nada más sexy que él en ese momento y deseé darle la misma satisfacción, aunque todavía no me sentía preparada para nada. Sin embargo, me armé de fuerza y comencé a acariciar ese cuerpo que más de una querría en su cama.

Lo noté relajar su postura, sensitivo de un modo que me sorprendió y buscó mi mirada para quemarme con sus ojos claros sobre mi rostro. Tragué lentamente y nos encontramos en aquel pequeño espacio, comenzando una vez más con aquella sesión de besos que me dejaba tonta. Estaba más animada, más aventurera y creía que podía todo. En mi cerebro había mil dudas, pero el orgasmo se había llevado unas mil más.

—Tienes mucha ropa —susurré con tono de queja y asintió, mordiendo suavemente mi labio para hacerme soltar un pequeño quejido. Logré quitarle lo que restaba de su ropa, riéndome una vez más al ver su cuerpo—. Estoy segura que en breve me despierto de mi sueño.

—¿Tiene siempre sueños tan mojados, señorita Elizabeth? —me preguntó logrando que me riera, pero soltando un pequeño quejido cuando movió su cuerpo sobre el mío. Él todavía llevaba su ropa interior, sin embargo pude sentir su erección sobre mi entrepierna causando sensaciones que no había sentido antes. Me di cuenta que lo deseaba, que mi cuerpo lo necesitaba.

—Solo con mi jefe...

Mi propio cuerpo me traicionaba, no estaba pensando con tranquilidad y me uní sus movimientos como si no hubiera ropa de por medio. Habíamos hecho aquello con ropa, pero en ese momento me hacía temblar de pies a cabezas. Mi cuerpo no conocía la sensación, pero lo deseaba. Comprendí que el cuerpo estaba preparado para eso, lo deseaba sin conocerlo. Sin saber de qué se trataba. Deseaba demasiado a Marcus en ese momento y él solo me estaba haciendo desear.

Me atreví a tocarlo más allá, acariciando su erección y escuchando que soltaba un gruñido que me pareció lo más sexy del mundo. Recordé la lista que le había hecho a Matthew, esa que le llegó a Marcus por error que pedía silencio en la cama. Escucharlo jadear por mis movimientos me daba valor y seguridad, no entendía cómo había podido ser tan tonta para pedir silencio.

La lista del jefe [Editorial Scott #1]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora