16. Cómo concretar mi contrato con mi jefe y no morir en el intento.

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El taxi iba demasiado lento, pero yo estaba demasiado triste como para prestarle atención

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El taxi iba demasiado lento, pero yo estaba demasiado triste como para prestarle atención. Me caían las lágrimas por las mejillas y miraba la ventana de manera distraída, sin analizar que el señor me estaba paseando por toda la ciudad. Un poco me ayudaba a pensar en todo lo que había sucedido y cómo iba a aceptar mi destino. No quiero ser exagerada, pero me dolía lo que había sucedido.

Había puesto a Marcus en un pedestal y me costaba ver que no era perfecto como yo creía. A veces nos ponemos a las personas en lo alto, creyendo que jamás van a decepcionarnos y cuando nos hacen algo nos duele el doble. Marcus había guardado silencio mientras había dejado que sus amigos dijeran cosas feas de mi. Eso no se hacía en una pareja, se suponía que tenía que defenderme como yo haría si a alguna de mis amigas se le ocurriera decir algo de Marcus. Él no había dicho ni una palabra y había dejado que ellos me trataran mal sin conocerme y sin poder defenderme. Tal vez tendría que haberme defendido, haberles gritado y haber demostrado fortaleza. Pero, ¿la tenía? Además, se suponía que él era mi novio y que estaba dispuesto a defenderme de cualquier mal o habladuría. Sin embargo, el silencio marcó un antes y un después.

Llegué a mi casa sintiéndome peor y le pagué al taxi sin pensar en el costo de mi largo viaje. Cuando caminé hacia la entrada de mi apartamento, no me sorprendió encontrarme con Marcus esperándome con los brazos cruzados y una sonrisa que me pedía una sola cosa: perdón.

—¿Cómo llegaste primero a mi casa? —pregunté sorprendida y cruzándome de brazos como él lo había hecho.

—Vine en mi auto, parece que el taxi te hizo pasear por la ciudad.

Resoplé, ahora entendía porque iba poniendo música triste mientras yo lloraba y pensaba que estaba en un videoclip musical. Estaba aprovechándose de mi dinero y yo ni siquiera me había dado cuenta. Marcus se acercó a mí cuando saqué las llaves para entrar y lo observé, esperando explicaciones de su comportamiento para darle la posibilidad de entrar en mi casa y en mi vida, claro.

—Quiero explicarme.

—Te estoy escuchando —le comenté mientras finalmente abría la puerta, pero no lo dejaba entrar. Ladeó su cabeza, casi pidiéndome de ese modo una oportunidad. No tenía que hacer mucho, él sabía cómo podía conquistarme con solo una mirada.

—Llevo esperando media hora, tengo el culo helado.

Me reí y negué con la cabeza mientras lo dejaba pasar y subimos en silencio hasta finalmente entrar. Mi gato me vino a saludar contento, pero al ver a Marcus se escondió debajo del sillón, aunque decidí no prestarle atención mientras prendía las luces y me quitaba el abrigo y los zapatos. Notaba que Marcus estaba detrás de mí, pero no se movía mucho sino que observaba mis movimientos en la habitación. Yo seguía enojada y esperaba que me dijera algo, no pensaba darle espacio a sus palabras hasta que finalmente las soltara.

—Me equivoqué —dijo finalmente y suspiró lentamente—. Y me arrepiento.

Me senté en el brazo del sillón y me quité el lazo en el cabello para dejarlo caer en mis hombres, siempre revoltoso y despeinado. Marcus estaba apoyado en la pared al lado de mi televisor, buscando palabras que yo no sabía si quería oír. No empezaba, así que decidí expresar mis sentimientos.

La lista del jefe [Editorial Scott #1]Where stories live. Discover now