6. Cómo enviar una nude a tu jefe y no morir en el intento

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Marcus me propuso algo que jamás había vivido en mi vida: una cita

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Marcus me propuso algo que jamás había vivido en mi vida: una cita. Sí, ya sé, se van a reír, pero así era. Nunca había tenido una cita por completo y en ese momento, con la emoción a flor de piel por conocer mejor a mi jefe, no podía evitar sentir nervios. Esta vez me depilé y puse ropa interior decente, de esa que casi me dejaba el cuerpo como un matambre atado. Pero por lo menos estaba sexy o eso creía.

Desde que me había enviado ese email, había tratado de sentirme una chica más linda al espejo, sin embargo nada había sucedido. Me veía como la misma chica con demasiadas curvas, pechos caídos y rollos que podrían servir de flotadores en el agua (y el peso me hundía, claro). No encontraba nada que me fuera a gustar y que él encontrara sexy en mi. De todos modos hice mi mejor esfuerzo, realmente lo hice.

Me vestí con uno de mis vestidos negros que adelgazaban, un short debajo del vestido para no andar mostrando las pechugas y que alguien quisiera comerlas (salvo Marcus). Pero estaba pasable, no iba a negarlo, con el labial rojo que me había quitado la mitad del sueldo, pero feliz.

Me había dicho una dirección y fui en uber pensando que me encontraría con un lugar super elegante, de esos que te llevan cuando estás en un evento. Sin embargo, me encontré con el lugar más extraño que vi en mi vida.

—¿Arrepentida?

Me giré para observar a Marcus apoyada en su auto con los brazos cruzados y luciendo tan apetecible que dolía. Me dieron ganas de echarle salsa y comerlo ahí frente a todos. Pero no podía, no por ahora.

—¿Un restaurante ciego? —pregunté sorprendida sin entender que quería con un lugar así. Marcus se rió y se despegó del auto para acercarse a mí, yo ya cerré los ojos esperando uno de sus besos abrumadores. Sin embargo, no sucedió y cuando abrí los ojos me encontré con él conteniendo la risa mientras me miraba—. Tu quieres que yo muera de vergüenza, ¿no?

—Por supuesto, te has lucido por tus inventos cuando pasa eso.

Me reí de lado pero finalmente me tomó la mano para avanzar hasta el local mientras no podía comprender nada de lo que sucedía. Primero y nada, estaba caminando de la mano con mi jefe sexy y serio, de esos que parecían imposibles de cambiar. Pero ahí estaba, regalandome una sonrisa dulce y haciéndome bajar los calzones solo con mirarlo.

Cuando entramos me explicó un poco más sobre todo lo que sucedía en ese lugar. Era un restaurante ciego, él lo conocía porque tenía un buen amigo con la misma carencia y le había hecho conocer ese mundo de los sentidos que nosotros ignorábamos. Me sorprendía que nuestra primera cita fuera así, cuando creí que iba a ser fancy y tomaríamos vino rojo mientras mi boca se manchaba y me comía arriba de la mesa. Sacudí la cabeza, porque me estaba distrayendo con mis fantasías sexuales creadas en mi mente sin experiencia.

Mientras me contaba cómo funcionaba todo, nos sentamos en una mesa muy pegados y me explicó que había un show de un pianista ciego que tocaba excelente. Luego, apagaron las luces y la música comenzó. Marcus seguía hablando, como las persona a nuestro alrededor y comenzamos el difícil trabajo de vivir en la oscuridad. Todo era realmente algo nuevo para mi y me encantaba. Podía escuchar su voz y comprender los momentos que estaba más serio, más calmado o hablaba cada vez con más entusiasmo. Me encantaba. Mozas, que según Marcus también eran ciegas, nos trajeron comida y tratamos de comer y hasta darnos de comer en la oscuridad. Nos reíamos como tontos y Marcus me contaba que era la segunda vez que venía y sin embargo no podía ni acertarle a la boca en el primer intento.

La lista del jefe [Editorial Scott #1]Where stories live. Discover now