20. Cómo amarse a uno mismo y no morir en el intento.

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A veces seguir adelante es más difícil de lo que una podía llegar a imaginarse en ese momento. Seguir era complicado y aun así ahí estaba tratando de hacerlo. Laura había decidido ayudarme a empacar y yo le agradecía que hubiera hecho eso porque no sabía cómo encontrar las fuerzas como marcharme de ese lugar.

—Veo que estás muy feliz —le dije sonriendo como pude porque había una realidad: Laura parecía que tenía otra cara y esa que llevaba antes estaba bien, pero esta cien veces mejor. Ella se rió de esa manera tan perfecta que tenía y se encogió de hombros fingiendo ingenuidad, aunque yo sabía que pasaba—. ¿Puede ser que el fuck boy ya no sea más fuck boy?

—Oh, sigue siendo bastante fuck boy —se rió cuando le dije eso y hablamos un poco de aquel tema. Las relaciones eran extrañas, pero era interesante ver cómo cada persona actuaba de forma diferente. Me alegraba saber que Laura finalmente había encontrado a alguien que la quería y había dejado de mendigar amor en personas que no parecían merecerla. Ella se merecía que la amaran y mucho. Esperaba que el fuck boy no fuck boy le diera todo eso y por un largo tiempo.

—Mira, Lizzie, sé que ahora todo es oscuro y triste porque he vivido una separación, aunque la mía iba directo al desastre —confesó y negué con la cabeza porque vaya desastre había hecho Laura con su ex y su compañero de piso. Pero no iba a juzgarla—. Pero estás por ir a Nueva York. ¿Sabes cuántas personas soñaron y no lo lograron? Muchas y por suerte tú no eres una.

Eso era cierto. Muchas personas se quedaban en el medio de su camino por millones de razones. No iba a una más, yo iba a lograr cumplir todo lo que había soñado. Sonreí contenta y le di un pequeño abrazo a Laura, que al instante me respondió con asco. Era inevitable no reírse al notar que la rubia no era de esas personas cariñosas, aunque a su modo sí lo era.

No iba a perderme, no iba a ser la chica insegura que había sido toda la vida y finalmente iba a ponerme a mi primero. No iba a hacer lo que quisiera la sociedad, no iba a hacer lo que mis padres desearan o mi abuela, iba a hacer lo que yo quería. Iba a cumplir mis objetivos y mostrarle al mundo que una persona podía brillar a su modo. Le iba a contar mi historia a chicas que habían vivido lo mismo. Jóvenes, chicos y adultos iban a leer mis páginas y se sentirían mejor cuando se vieran al espejo. Iba a tener una voz que nadie iba a poder callar y nada me iba a dar más fuerza que eso.

Era el momento de crecer, finalmente. Llevaba 25 años sin vivir realmente y estaba lista para comenzar a soñar. ¿Que importaba la edad? Nunca era demasiado tarde para seguir soñando.

Mi fiesta de despedida fue mezclada con mi cumpleaños y no tuve problemas con eso. Laura lo planeó todo y tuve mi primera fiesta de adultos, aunque no sabía si podía llamarme de ese modo. Todos mis compañeros de trabajo aparecieron, incluso una Susan no muy contenta de estar entre nosotros, pero intentando y valoré mucho eso. También estaban algunos amigos que había hecho en mi breve tiempo en la ciudad, pero personas que me habían alegrado mucho los días. Suni había sido invitada a último momento y se mostraba totalmente incómoda por toda esa cultura americana girando a su alrededor, pero también estaba intentando darme un buen momento. Todos juntos me regalaron una maleta, como si necesitara otra, pero venía con una funda bastante bonita que entendí que me la habían regalado por eso. Bordado sobre tela blanca estaban escritas las palabras de mi libro y no pude evitar soltar un par de lágrimas tristes al ver el pequeño detalle.

La lista del jefe [Editorial Scott #1]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora