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iii. heridas de familia

Sus padres habían muerto hacía muchos años más de los que pudiera recordar, como tantos otros padres y otros tantos descendientes, y él creció y se multiplicó y creyó en la felicidad de sus hijas e hijos y estos en la unidad de la familia. A veces, aun así, se veían los remiendos. Surgido el desastre tras el temblor, caída la última roca de granizo, cuando la tierra a la que pertenecían se abría y lloraba, una estirpe entera lloraba con ella. Lloraban por las cosechas perdidas que hundían en el fango el esfuerzo de sus antepasados, que junto a ellos eran fantasmas temblorosos en los límites de las parcelas. La piel tan árida como el suelo, las manos agrietadas del trabajo, los ojos llenos de arrugas por el sol impertérrito. Una herida en el corazón a través de las generaciones, y una espiga en el puño.

Entre dioses y fauces ⇝Donde viven las historias. Descúbrelo ahora