Capítulo 9: Las Navidades

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Los días antes de la celebración fueron caóticos en la tienda. Todo el mundo quería un regalo de última hora, un álbum personalizado o una cámara, «la mejor, pero barata», lo que era una incongruencia en sí misma. Con mis padres fui rompiendo el hielo e intercambiamos conversaciones sin mucha enjundia. Mi madre sí intentó sacarme información, pero rehuí sus preguntas con habilidad.

Las clases de spinning solo fueron un poco incómodas al inicio. Paola me miraba con cara de pocos amigos y no era para menos después del concierto de gemidos que me había marcado en su piso. Con Gael intercambié varios mensajes, pero no quise quedar de nuevo con él por el momento, quería reposar todo lo que había aprendido sobre el placer y sobre mí misma.

Con Esteban las cosas se habían enfriado y a Octavio lo ignoraba de forma activa. Quizás fuese mejor estar sin ninguno de los tres. Trabajar y spinning, ese era mi nuevo plan. Y esperar con impaciencia a mis nuevos aparatos. Serían mi auto-regalo de Navidad.

A insistencia mía, la comida de Navidad se celebraría en casa de mis padres y no en el chalet de mi hermana como era tradición en los últimos años. Les rogué y pedí, a ratos ordené, que no viniese Octavio. No estaba lista para verle. Necesitaba distancia para aclararme. Mi madre aceptó a regañadientes.

Me puse un sencillo vestido verde y unos leotardos oscuros, que causaron un maullido de aprobación en Mauro. A la una de la tarde llegué al piso de mis padres. Los encontré trasteando en la cocina. Melisa, la mujer de mi hermana, ayudaba con la mesa. Alma estaba de camino.

—¡Lucía! ¡Cuánto tiempo! —Melisa me dio un abrazo de esos estrujantes, su especialidad.

—¿Qué tal?

—Todo bien. ¿Y tú cómo estás?

—Bien.

—¿Seguro? —me apretó un poco el hombro, instándome a sincerarme con ella. Ni que tuviera poderes Jedi.

—Sí. Creo que estoy retomando el control.

—¡Estupendo! Si algún día quieres oír mi opinión, me la pides.

—¿Qué opinión? —la miré y fruncí el ceño.

—De lo que pienso que deberías hacer.

—¿Todo el mundo sabe lo que tengo que hacer menos yo?

—No te pongas así, Lucía. Solo es lo obvio.

—Entonces piensas como mi hermana—. Ella asintió—. Pues entonces no quiero saber tu opinión.

Me puse a ayudar para evitar otra conversación. Quería pasar una celebración tranquila y sin enfadarme si fuera posible. Les había dicho a mis padres y a Alma que el tema de Octavio estaba betado. Podíamos hablar de cualquier cosa en el mundo menos de él y los robots. Ese era el trato.

Mi móvil vibró y vi unas cuantas notificaciones. Varias felicitaciones navideñas de tiendas a las que había ido e incluso una de una óptica dónde me compré unas gafas de sol hacía años. Se aprovechaban de que no tenía ni idea de cómo quitarme de esos correos y tampoco quería ser descortés con ellos, al fin y al cabo, solo me felicitaban las fiestas y me ofrecían un descuento. También había mensajes de los tres hombres que ocupaban mi cabeza por las noches en proporciones variables.

Esteban: Feliz Navidad. Espero que hoy no tengas tentación de meterte en muchos líos. Si por algún casual necesitas un sitio a donde huir, mis hermanos y yo estaremos en el restaurante de Paca.

Gael: ¡¡¡Feliz Navidad!!! Felices fiestas y todo eso. Espero que te haya llegado ya tu Satisfayer para poder ponértelo debajo del árbol. Los auto-regalos sexuales son los mejores del mundo. Por cierto... el otro día usé mi Fleshlight y no pude evitar acordarme de ti y cómo la sostuviste entre tus piernas... Solo tienes que decírmelo y aparezco debajo de tu árbol ;) Aunque seguro que estarás con la family. Pásalo bien y, en tu cama, aún mejor.

Mi marido es un robot [COMPLETA] +18Donde viven las historias. Descúbrelo ahora