Capítulo 17: Las ideas de Alma

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Me desperté gritando el nombre de Esteban a las cuatro de la mañana. A mi lado estaba Irina durmiendo en bragas, que se sobresaltó. Gael apareció en el quicio de la puerta, despeinado y vestido con uno de mis pijamas.

—¿Qué pasa? —me preguntó él.

—Una pesadilla.

—No es para menos.

Me prepararon un Cola Cao y me hicieron comer unas galletas. Cuando tuve la tripa llena, pude empezar a hablar.

—Creo que he perdido a Esteban. No sabéis la mirada que tenía.

Hice un resumen rápido para Irina sobre mi situación des/amorosa y les hablé de mi último encuentro con Octavio y mi no-conversación con Esteban.

—A veces se dice más en lo que no se dice —dijo Irina.

—¿Y eso qué quiere decir? —pregunté confusa.

—Esteban te quería escuchar. Estoy segura de que está deseando que le des algo que le haga creer en ti de nuevo.

—Cuando le cuente la verdad, se alejará más.

—Eso no lo sabes —dijo Gael—. Esa noche que tuvisteis en el hotel lo supera todo, ¿no crees?

—No lo sé. También he tenido pesadillas con Octavio. ¿Suena egoísta si digo que no quiero que lo reprogramen? Solo pensar que me borran de su mente...

—¡En eso tiene suerte! —dijo Irina—. Ya me gustaría a mí poder borrar ciertas cosas.

—No me fio de robo-People, y mucho menos de James.

—El pelirrojo ese tiene delito, sí. En «Historias de la vida cotidiana» se portó fatal —dijo Gael—. También es cierto que el asunto de los robots está calentito.

Seguimos hablando hasta que se hizo de día. Se despidieron para ir al set de rodaje y me dijeron que se pasarían después del trabajo a verme.

—¡Y me debes una cámara y un curso! —se despidió Irina.

—¡Cierto! No se me olvida. —Sí se me había olvidado.

Se marcharon y sentí el apartamento vacío. Desperté a Mauro y lo llevé conmigo al sofá. Intentó zafarse de mis brazos y al final se rindió con un suspiro. Encendí la televisión y pasé la mañana viendo mis imágenes. El momento señora-zombi era buenísimo, si no fuera porque me había pasado a mí. Mi paseo llorando desconsolada a casa era descorazonador y humillante.

—¿Ves a esa haciendo el ridículo? Esa es tu dueña —le dije a Mauro.

Por un momento me pareció que asintió. Maldito cagón. Después me calmé e intenté recordar que no me entendía, o al menos no todo lo que yo creía.

—Mauro, si tuviese que elegir entre ellos y tú, sería más fácil. Siempre ganarías tú.

Le di un buen achuchón y él maulló cansado de mis atenciones.

—Venga, te puedes ir.

Lo solté y no le dio la gana irse en ese momento. No había quien entendiese a los felinos. Una vibración me distrajo. Fui a mi bolso y vi el nombre de Alma. Lo cogí.

—Hola.

—¡Menos mal que coges el teléfono!

—He estado ocupada, como sabrás si ves la televisión.

—Te llamo porque estoy en tu calle. Tu portal está lleno de fotógrafos y era para que me abras rápido. No quiero quedarme delante de ellos, ni que me vean llamar a tu casa.

Mi marido es un robot [COMPLETA] +18Donde viven las historias. Descúbrelo ahora