Capítulo 18: Encontrarme en tus besos

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Esperé a que Alma se hubiese marchado y a que llegase la noche para que el número de paparazzis frente a mi puerta disminuyese. Me puse una blusa granate, mis pantalones negros de cintura alta que me estilizaban el culo y unas deportivas. Ya preparada, espié desde el telefonillo. Sabía que en algún momento cenarían y yo aprovecharía para escabullirme.

—Mauro, no me juzgues —le dije al gato que me observaba con curiosidad.

Parecía una vecina cotilla enganchada al telefonillo. Aunque eran los que estaban abajo los cotillas profesionales. Esperé y esperé hasta que oí lo que necesitaba.

—Aquí están los bocadillos. ¿Quién quería el sin lechuga?

Un barullo de respuestas. Bajé corriendo por las escaleras, de dos en dos y el último tramo de tres. Abrí la puerta y salí corriendo como Usain Bolt. No tardaron en darse cuenta y perseguirme. Dejé los gritos atrás y callejeé hasta un metro que estaba más lejos de mi casa. Primera parte de mi plan: perfecta. Un poco sudada, pero mucho mejor que vestida de abuela zombi.

Hice las combinaciones de transporte público necesarias para llegar a donde estaba el hombre que había elegido. Esperé que no fuese demasiado tarde. Llamé a la puerta. No me abrió él. Aparté a la persona del medio y entré. Lo encontré en el mismo salón.

—¿Lucía?

Me acerqué hasta él y tiré de su camiseta para ponerlo a mi altura.

—¿Puedo besarte primero y explicarme después?

El hombre ante mí no se resistió y me besó con la misma necesidad de quien bebe agua tras estar perdido en el desierto. Así me sentía yo. Había estado perdida y me buscaba en sus besos. Agarró mi cintura y el calor de su cuerpo pasó al mío. Temblé ante sus caricias en mi espalda y deseé poder arreglar todo lo que había pasado entre nosotros.

Ejem. —Una voz fingió una tos a nuestra espalda—. Muy bonito el reencuentro, pero aquí uno que sigue en sequía.

—Lucía, espérame en mi habitación mientras asesino a mi hermano —me pidió Esteban y señaló una puerta. Hice caso con una sonrisa tímida y escuché desde la habitación.

—Eso, iros a tener sexo de viejos.

—Ya, sexo de viejos, y por eso quieres que nos marchemos. Ya te gustaría tener a alguien como Lucía en tu vida.

—¿Y no tiene una hermana?

—Casada.

—Qué pena.

—Bueno, cagarruta, como oses interrumpir te la cargas. Y cuando lleguen papá y Tomás lo mismo. Mi cuarto es prohibido, ¿vale?

—Vale, vale, Matusalén. No la tengas esperando.

Escuché sus pasos y disimulé examinando la primera foto que cogí de la mesilla. Aparecía una mujer muy guapa con tres niños.

—Mi madre —dijo y se tocó la cicatriz de la mejilla en un reflejo.

—Era preciosa.

—Lo era.

Dejé la foto con cariño en la mesilla y lo miré. Ahora me tocaba ser valiente y contarle todo. Desleír las mentiras de la televisión y contarle la igualmente horrible realidad. Estaba casada con un robot al que todavía amaba y que además había visto a la vez que me citaba con él.

—¿Qué estés aquí significa lo que yo pienso? —Esteban rompió el hielo.

—¿Y qué es lo qué crees?

Se acercó a mí y puso su mano en mi mejilla. Ladeé la cabeza para sentir su contacto y me estremecí.

—Creo que me eliges a mí. —Me quedé confusa por su acierto. Él lo notó y se rio con suavidad, lo cual me desconcertó más—. Debería confesarte que he hablado con alguien que conoces. Ha venido esta mañana al restaurante. Es un amigo tuyo, el que es actor.

—¡¿Gael?!

—Ese.

—¡Yo lo mato! ¿Y qué te ha contado?

—Lo que tú no podías contarme. Espero que le puedas perdonar. Lo ha hecho con buena intención, para darte un empujoncito.

—Te ha pedido que digas eso, ¿verdad?

—Sí. Me hizo prometer antes de contarme nada que luego hablaría bien a su favor.

—¿Y qué sabes?

—Que tu hermana firmó un contrato. Eso lo vi en la televisión también. Que te pusieron a un robot para que te enamorases... y lo hiciste. —Tragó con fuerza—. Que cuando te enteraste saliste en busca de un hombre «de verdad».

—Joder con Gael, poco más y te cuenta hasta de qué color llevo las bragas hoy.

—Espero que negras.

Le di un golpe cariñoso en el pecho.

—Gael también me dijo que tuvisteis algo juntos, una noche. No sabes lo que tuve que contenerme para no hacer un cuadro con su cara en ese instante. El tío encima me daba detalles para asegurarme que no habían sido relaciones «completas». No había manera de callarlo.

—A Gael hay que quererle así —dije sin poder evitar reírme.

—Después me contó lo de Octavio... Me lo explicó de tal manera que al final me dio hasta pena el hombre. —Que no se refiriese a él como «el robot» solo hizo que mi amor por él creciese—. Todo el tema de la empresa y la desprogramación me parece de psicópatas.

—¡Lo que digo yo!

—No pueden jugar a ser Dios de esa manera. Es mezquino tener a alguien sufriendo, pero más aún borrar parte de lo que lo hace ser. No sé si me explico.

—Perfectamente.

—Ahora dime que no me he equivocado y que estás aquí porque me has elegido y no para dejarme de forma definitiva.

Noté la tensión en su voz. A pesar de las risas y los roces que acabábamos de compartir, la duda seguía en sus ojos. Las palabras se quedaron atascadas en mi garganta y decidí actuar. Dejé mi chaqueta en su cama y me desabroché el botón de los pantalones negros. Deslicé la cintura y mis braguitas quedaron al descubierto.

—Siento decirte que hoy llevo ropa interior rosa.

Respondió con un gruñido y dio un paso. Lo frené con la mano, dejándolo a escasos centímetros de mí. Me quité las zapatillas y terminé de quitarme lo pantalones. Los doblé con cuidado para dejarlos encima de la chaqueta. Me desabroché la blusa granate, botón a botón, dejando a la vista el sujetador del mismo color rosa palo. Si algo había aprendido de Esteban, era la deliciosa tortura de la lentitud. Me agaché para quitarme los calcetines, dejando mi trasero apuntando hacia él.

—Lucía... —susurró con tono ronco.

Dejé los calcetines con cuidado encima del resto de mi ropa. Gateé por su cama despacio hasta llegar a la almohada. Me giré y me tumbé, con las manos por encima de mí y las piernas ligeramente abiertas.

—Si me quieres, soy tuya.

Y lo fui.


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Este es el último capítulo. ¡Gracias por leer! Ha sido increíble poder compartir esta historia, disfrutar y reirme con vuestros comentarios.

¿Qué te ha parecido la historia? ¿Y el final? ¿Te lo esperabas?

Si hay algo que cambiarías, alargarías, acortarías, me lo puedes dejar aquí. Al fin y al cabo este es el primer borrador de la novelette y cualquier ayuda es buena. Lo puedes dejar tanto en un comentario aquí mismo o escribirme un mensaje privado.

Y tienes un epílogo de regalo ;)

Mi marido es un robot [COMPLETA] +18Donde viven las historias. Descúbrelo ahora