Capítulo 1

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Madisson

Era un día común y corriente cuando mamá anunció que se volvería a casar.

Me había alegrado bastante la noticia, desde la muerte de papá la había estado pasando bastante mal. Apenas comía o salía de casa, se limitaba a ir a trabajar y se encerraba en su habitación durante todo un día.

No salía, no sonreía, apenas hablaba, y yo sufría mucho al verla así, tan triste y sola, todos los días, sin poder hacer nada al respecto para poder ayudarla.

Por eso me alegre bastante cuando conoció a Max y empezaron a salir, primero decían que solo eran amigos pero algo dentro de mi me decía que nada era lo que solían decir. En ambos veía mucha felicidad, era como si estando juntos sus ojos recuperaban aquel brillo que algún día habían perdido.

Admito que Max era una persona encantadora, era súper amable y generoso, cuando estaba con mamá notaba que era muy atento con ella, y al igual que mamá, él también era viudo.

Max tenía un hijo, Derek, tres años mayor que yo, yo tenía quince cuando lo conocí, y dieciséis cuando nuestros padres decidieron casarse.

Hasta cierto punto adoraba a Derek, tanto que sentía que lo amaba. Siempre había soñado con tener un hermano, pero Derek? Oh por Dios, con el deseaba todo menos eso.

Luego de que mamá y Max se casaran me dijo que tenía la libertad de llamarlo papá si quería, Max decía que me consideraba como si fuese hija suya y que no tenía problema con que le dijese así, y para mi, el era como un segundo padre pero lastimosamente nunca pude llamarlo papá, por la misma razón por la que Derek nunca pudo llamar mamá a la mía; simplemente acepté que nadie nunca podría reemplazar el lugar que alguna vez me dio mi padre, y a su vez nadie reemplazaría a la madre de Derek. Al final Max se acostumbró a que lo llamase por su nombre y nunca pareció disgustarse ante eso.

Durante los primeros meses todo había sido perfecto. Al principio me resultaba algo raro que la presencia masculina volviese a casa, pero haber convivido todo ese tiempo con Max y Derk resultó ser mucho más fácil de lo que podría haberme imaginado. Ambos aceptaron mudarse a nuestra casa, mamá había vuelto a sonreír más seguido e inclusive continuó con su trabajo, Max trabaja de día como psicólogo y en las noches me acompañaba mientras esperábamos a que mamá regresara de su trabajo y a Derek de su universidad.

Mamá y Max fueron de luna de miel por tres semanas a Italia, que por cierto fueron las tres semanas más cortas de mi vida, descubrí que Derek era en peligro andante cuando se trataba de cocina, casi quemaba el arroz y se pasó de sal en varias ocaciones. Cuando volvieron de su viaje, parecía como si sus mentes aun siguieran allá. Parecían quererse muchísimo y no les importaba demostrarlo frente Derek y yo. Hasta ese entonces no los había visto discutir, parecían ser compatibles el uno al otro por lo cual nunca llegue a imaginar cómo sería verlos tener algún desacuerdo. Pero como todo lo bueno pasa, se había acabado y aquella feliz pareja había comenzado a tener sus primeras discusiones matrimoniales.

Aquella noche me encontraba tumbada en mi cama, era imposible no escuchar los gritos que venían de la sala provocados por mi madre y Max. No tenía la más mínima idea de cómo había empezado todo esto, pero estaba segura de que cual sea la razón de discusión había sido una tontería la cual le sumo a otra y a otra y que al final se les fue de las manos a ambos.

Era insoportable para mi aquella situación, no la soportaba más, odiaba bastante tener que escuchar gritos y discusiones sin sentido alguno, necesitaba salir de ahí, necesitaba estar con una persona en específico y de casualidad esa persona se encontraba en la habitación de al lado.

Salí con rapidez tratando de evitar aquellos gritos molestos que provenían de la sala y me dirigí hacia la puerta de Derek, al segundo toque la puerta se abrió y pude verlo indicándome que pasara.

Entre y me senté en el borde de su cama. Estaba vestido con una pijama compuesto por un pantalón largo y negro y una camiseta del mismo color que resaltaba sus fuertes brazos.

— Hola Madi —dijo regalándome una pequeña sonrisa.

— Hola Derek —salude de vuelta.

— Suena ser grande ¿eh?, la bronca, digo.

— Si, eso parece —me encogí de hombros — No puedo con ello.

— Trata de evitar sentirte mal, estoy seguro de que mañana volverán a ser los mismos empalagos de hace unos meses. —se me incorporó y me dio un pequeño abrazo por la cintura apoyándose sobre mi hombro.

Parecía salir recién de la ducha, pues olía bastante a el jabón de nuestro baño. Bueno, de su baño, pues,  anteriormente había entrado al suyo pues para oler el nuevo aroma de su jabón.

Psicopata.

¿Que? Es bastante normal.

Ohh no, créeme, no tiene nada de normal entrar al baño de tu hermanastro y oler como una pervertida maniática su jabón, mismo jabón que suele restregar en su miembro.

— ¿Podría quedarme a dormir acá contigo? No creo poder dormir si sigo escuchando su discusión —dije mientras veía hacia la puerta.

Oh si, tú aprovecha la oportunidad. Yo también lo haría.

— Sabes que siempre serás bienvenida en mi humilde habitación —beso mi mejilla y eso me emociono, se tumbo dejándome un espacio en la cama.

— Gracias Derek.

Me tumbe junto a él y nos cubrimos por completos con las sábanas, trate de acurrucarme a su lado para poder sentirlo mejor y el me abrazo por la cintura. A diferencia de mi cuerpo, el suyo era caliente y acogedor, yo siempre estaba completamente congelada de pies a cabeza. No pude evitar apoyar mi cabeza sobre su pecho y sentir el calor que este me transmitía me calmo, mas cuando pude escuchar los pequeños latidos de su corazón.

Me calmo tanto tenerlo tan cerca que sin darme cuenta quede profundamente dormida entre sus brazos.

Enamorada de mi hermanastro ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora