Capítulo 18

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Madisson

Al día siguiente me desperté al escuchar como cada mañana el horrible y desagradable pitido del despertador. Cada día odiaba más aquel reloj, un día acabaría estampándolo contra la pared.

Me levanté perezosamente de la cama y me fui directa al baño para darme una ducha. El agua consiguió despejarme un poco pero de pronto me acordé de algo que hizo que la rabia volviera a invadir mi cuerpo; Derek tenía una cita con aquella chica.

Tras salir del baño y volver a mi habitación, abrí el armario y saqué ropa que ponerme. Me puse una camiseta a rayas blanca y negra y una falda granate de cintura alta. Me puse un fino cinturón negro y unos botines de tacón alto y anchos de terciopelo negro.

Bajé a la cocina y di gracias a Dios porque Derek aún no hubiese bajado. No tenía ganas de verlo sabiendo que iba a tener una cita con esa.. ¿Reichell? ¿Reyina? ¡Rachel!

Mientras desayunaba un tazón de cola-cao con cereales no dejaba de darle vueltas al asunto. Tan rápido se había olvidado Derek de lo que había pasado entre nosotros? Porque yo al menos no lo había hecho. ¿Acaso aquel beso no significó nada para él? Reconocía que le había rechazado, pero
¿cómo se suponía que debía decirle que sentí algo que nunca había sentido antes al besar a otros chicos.

El sonido de Derek bajando las escaleras hizo que saliese de mis pensamientos. Estaba muy guapo vestido con unos simples vaqueros oscuros y una bonita camisa de cuadros de franela en tonos azules. Pensar en que se había puesto tan guapo para su cita hizo que se me revolviera el estomago.

— Buenos días —me saludó sonriendo como hacía cada mañana. Siempre había pensado que aquella sonrisa mañanera era algo especial, que aquella sonrisa era única y exclusivamente para mí, que me la dedicaba porque me quería, aunque fuera como su hermana, pero había comenzado a pensar que simplemente me sonreía por rutina; por consideración.

— Buenos días —le sonreí de vuelta— ¿Qué tal has dormido?

— Muy bien, ¿y tu? —preguntó mientras se servía una taza de café y se sentaba a mi lado.

— Bien —dije mirando mi tazón en el cual ya solo quedaba un cuarto del cola-cao— ¿Estás emocionado por la cita? —traté de preguntar lo más indiferentemente posible.

— La verdad es que sí. Rachel es... —se calló un segundo como si tratara de buscar las palabras idóneas— Es especial.

— Ya... —murmuré clavándome las uñas en la palma de mi mano porque sino lo hacía tenía miedo de clavárselas a él en la cara y gritarle que era un imbecil por salir con aquella fulana.

No hablamos durante el resto del desayuno. Ni me sentía capaz ni tenía ganas de ello. No tenía ganas de oir lo especial que era Rachel para él.

Cuando estuvimos listos, nos montamos en su coche y me dejó en mi instituto.

— Adiós Derek —me despedí saliendo del vehículo.

— Adiós Madi —se despidió también.

Entré en el edificio y estaba caminando tranquilamente por el pasillo cuando de pronto dos
cálidas manos me taparon los ojos.

— ¿Quién soy? —me susurró en la oreja; era Bell.

— ¿Bradley Cooper? —bromeé.

— Por favor, yo soy mucho más guapo que Bradley
Cooper —dijo con superioridad quitándome las manos de los ojos.

— Em... —lo miré de arriba abajo— Bueno, si pensar eso te hace feliz, no te lo discutiré... aunque sea mentira —solté una risita.

— Serás... —me agarró por la cintura con un brazo y comenzó a hacerme cosquillas. Sabía que las cosquillas eran mi punto débil, era lo único que necesitaba para despejarme.

Enamorada de mi hermanastro ©Wo Geschichten leben. Entdecke jetzt