Capítulo 33

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                                 Madisson

Al cabo de algo más de una hora llegamos a
Brighton. Aparcamos el coche frente al muelle y fuimos directos a la playa.

— Hacía tanto que no tocaba la arena —dije mientras me quitaba rápidamente los zapatos y los calcetines.

— ¿Desde el fin de semana que fuimos con nuestros padres en verano? —preguntó sacando una gran toalla naranja de la mochila negra que había cogido.

— Creo que sí —lo ayudé a extenderla en la arena— Me encanta la playa —me tumbé boca arriba.

— Y a mí -se sentó y comenzó a sacar la comida de la mochila— Cuando mi madre vivía veníamos a menudo. Le encantaba bañarse a la tarde y cenar con la puesta del sol —me quedé en silencio jugando con la arena en mis manos— ¿Qué pasa Madi?

— ¿Por qué lo preguntas?

— Porque eso solo lo haces cuando estás nerviosa - me separó las manos.

— Lo siento, es que nunca me hablas de tu madre. Lo que sé de ella lo sé porque me lo ha contado tu padre.

— No acostumbro a hablar de ella —se encogió de hombros—. Mi padre insistió en que fuera a un psicólogo tras su muerte, pero, ¿por qué tenía que hablarle a un desconocido sobre mi madre?

— Tenías diez años, ¿verdad? —pregunté temerosa, estaba indagando más de la cuenta en la herida.

— Sí —le quitó el envoltorio a un sándwich de jamón y queso—. Un niño no debería de ver morir a su madre.

— ¿La viste morir? —me incorporé lentamente. Sabía que debía callarme y cambiar de tema, pero mi cerebro parecía no tener control sobre mis palabras.

— No, no la vi morir, pero vi lo que el cáncer le hacía día a día —empezó a romper el papel albal en trocitos pequeños; se sentía incómodo— Le cogía de la mano cada tarde y rezaba para que se curara, pero no lo hizo. El día que murió, mi padre y yo estábamos viendo Qué bello es vivir. No habrían pasado ni veinte minutos cuando llamaron al teléfono. Mi padre fue a la cocina, apenas estuvo cuatro minutos al teléfono. Volvió y me dijo que el coche del tío Eric se había averiado y que le había pedido que le ayudase a la mañana siguiente.

Cada vez estaba más nervioso intentando unir los trozos del papel de aluminio, y yo cada vez sentía más ganas de arrancarme todos los padrastros, y aun más cuando me di cuenta de que había empezado a llorar; quizás el dolor de arrancarme los padrastros impediría que me pusiese yo también a llorar.

— Vimos el resto de la película y luego fuimos a dormir. A la mañana siguiente me despertó y me dijo que no le había llamado el tío Eric. Me había mentido y había fingido que no pasaba nada por mí, para que pudiese dormir una última vez con la esperanza de que al día siguiente volvería a ver a mi madre.

De pronto caí en la cuenta de que era la primera vez que lo veía llorar. Nos conocíamos de hacía más que un año y nunca había llorando frente a mí, mientras que yo, no tenía ningún reparo en que me viese con el rímel completamente corrido.

— Esto ya me está poniendo nerviosa —le arrebaté la pelota de las manos y la dejé sobre la toalla— Gracias por contármelo, tu padre ya me había dicho que nunca hablas de ella —le cogí ambas manos— Gracias por hacerlo conmigo —le besé la punta de la nariz.

— Ahora no quiero que sientas lástima o algo así por mí.

— ¿Lástima? Jamás —negué con la cabeza— Mi padre murió cuando tenía trece años. Yo no lo vi sufrir, no lo vi enfermo, no tengo ni idea de lo que sentiste durante aquellos meses, pero sé lo que sentiste cuando supiste que había muerto. Sé lo que se siente en el momento y sé lo que se siente años después. Puedo sentir muchas cosas por ti, y créeme que me haces sentir muchas —le sonreí con amabilidad— Pero nunca he sentido lástima por ti.

— Gracias —sonrió y puso sus manos en mi cintura—. Me he cargado la que debería de haber sido una romántica cita en la playa, ¿verdad?

— ¿Qué dices? No te has cargado nada —alcancé una fiambrera con uvas rojas y cogí una— Cógela —me la puse en la boca agarrándola con cuidado con los dientes.

— ¿Qué haces? —preguntó jocoso. Le toqué los labios con el dedo índice y después toqué la uva.

Se puso de rodillas y me rodeó el cuello con una mano manteniendo la que tenía en mi cintura en el mismo sitio. Acercó su rostro al mío y me arrebató la uva con suma lentitud. La masticó con calma y se la tragó sin apartarse  de mi. Me dio un corto beso y volvió a sentarse como antes.

— ¿De dónde has sacado eso? —me preguntó sonriendo.

— Lo vi en un episodio de Big Bang Theory.

— En Big Bang Theory utilizaban un trozo de limón.

— Ya, pero no pienso meterme un trozo de limón en la boca — cogí un trozo de uva, esta vez para mí.

— Nunca has probado el tequila, ¿verdad?

— No —negué y me tragué la deliciosa uva.

— Creo que me reiré un buen rato cuando lo hagas por primera vez —cogió otra fiambrera. La abrió y cogió de ésta una pequeña fresa— ¿Probamos con las fresas? —se la puso entre los dientes como antes yo había hecho.

No lo admitirá, pero a él también le gusta provocarme.

Enamorada de mi hermanastro ©Dove le storie prendono vita. Scoprilo ora