Capítulo 41

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                                  Madisson

Entramos en casa y Derek me llevó directa a la cocina. Hizo que me sentase en una de las sillas de la mesa y comenzó a sacar los libros que llevaba en la mochila.

— Yo también puedo hacer eso —le dije.

— Ya, pero yo lo hice antes —terminó de vaciar la mochila— ¿Cuánto tardas en hacer los deberes para el fin de semana?

— No sé —me encogí de hombros— Una media hora con las matemáticas y como cuarenta minutos pasando la teoría de estos días al ordenador.

— Vale, tu vete empezando con las mates y yo te traigo la compu —hizo ademán de salir de la cocina pero lo detuve.

— ¡Derek! Me estás poniendo nerviosa, ¿qué pasa?
¿tenemos que coger un tren o algo?

— No, iremos en coche, es solo que no quiero llegar muy tarde.

— Muy tarde, ¿a dónde? — fruncí el ceño.

Él se limitó a mirarme con una amplia sonrisa y a salir corriendo hacia mi habitación.

Ya había terminado con las matemáticas y estaba pasando a limpio la teoría de filosofía cuando Max
llegó a casa.

— ¿Todavía están aquí? Creía que ya se habrían ido —se aflojó el nudo de la corbata y cogió una pera del frutero.

— iPapá! Ojo con lo que dices —le advirtió Derek, el cual estaba preparando algo para comer para el viaje.

— Tranquilízate, no voy a decir nada. Es más probable que a ti se te escape algo antes que a mi.

— Espera, ¿tu sabes a dónde me va a llevar? —le pregunté.

— Sí —asintió mientras le daba un mordisco a la pieza de fruta— Se lo pasarán genial, o bueno, al menos tu te lo pasarás genial, Derek no lo tengo tan claro —rio.

— ¿A dónde demonios me vas a llevar? —pregunté mirando a mi novio.

— Ya te lo he dicho, es una sorpresa —le dedicó una sonrisa cómplice a su padre y éste se la devolvió.

(***)

— Derek, ya he terminado —dije entrando en su habitación sin llamar a la puerta— Oh, ¿interrumpo? —pregunté al verlo sentado en la cama al lado de su padre.

— No, para nada —me sonrió—. ¿Nos vamos entonces?

— Nos vamos —asentí.

Tras despedirmos de Max y mandarle a mi madre un mensaje de texto, estaba trabajando así que no tenía sentido alguno llamarla pretendiendo que me lo cogiera, nos metimos en el coche de Derek.

— Me preocupa que tu hayas hecho el equipaje de los dos —dije mirando las dos maletas pequeñas que había en los asientos traseros.

— Creo que he cogido todo lo que necesitarás —se abrochó el cinturón— Y si necesitas alguna cosa la compramos y ya está —hizo rugir el motor del vehículo— Vale, ahora hazme un favor. Tienes que ponerte esto, y reproducir la lista en la que pone
M&D —en una de sus manos reposaba uno de los antifaces para dormir de mi madre y con la otra sostenía el Ipod que le regalé las navidades pasadas.

— ¿Madisson y Derek? —pregunté poniendo en marcha el reproductor.

— Muy sutil, ¿eh? —rió— Ahora relajate y te avisaré en cuanto lleguemos.

Me puse el antifaz y cerré los ojos mientras escuchaba la dulce voz de James Blunt resonando en mis oídos al ritmo de You're Beautiful.

(***)

No pude terminar de escuchar la lista de música porque me quedé dormida hacia la mitad de Lay
Me Down de Sam Smith. Cuando me desperté, gracias a un lento beso que me dio Derek, estaba sonando una canción que no conocía para nada.

— ¿Hemos llegado? —pregunté quitándome los auriculares.

— Sí, ya puedes quitarte el antifaz.

Me lo quité y lo primero que vi fueron los ojos azules de mi novio. Era imposible no sonreir al ver unos ojos como aquellos. Me devolvió la sonrisa e hizo un gesto con la cabeza para que mirara por la ventana.

— Smart Hyde Park —leí el letrero del edificio—. No tengo ni idea de dónde estamos —reí.

— En un hostal.

— Ya, eso ya se me había pasado por la cabeza —volví a soltar una risotada—. ¿Vamos a pasar aquí el fin de semana?

— Sí, bueno, esta solo es una pequeñísima parte de la gran sorpresa que te daré mañana.

— Ah, ¿voy a tener que esperar hasta mañana para saber cuál es la sorpresa?

— Me temo que sí. Ahora, ¿qué te parece si entramos, vamos a nuestra habitación y dormimos un rato? Estoy echo polvo del viaje.

— Yo no tengo sueño, he dormido durante todo el viaje.

— Pues lees mientras yo descanso.

— ¿Me has traído un libro?

— No, te he comprado un libro — abrió la guantera y sacó de ella un paquete envuelto en papel de regalo verde con caballos estampados.

— ¿Me lo has comprado? —asintió— ¿Lo abro aquí?

— Sí, sí, ábrelo aquí —respondió emocionado.

Le quité el papel con cuidado de no romperlo mucho, me gustaba mucho aquel estampado. Me quedé sin palabras al leer el título del libro que llevaba tanto tiempo queriendo leer.

— La muerte llega a Pemberley —acaricié las letras cursivas.

— ¿Te gusta? Llevabas tiempo diciendo que querías leerla, ¿verdad? Dime que no me he equivocado de libro, por favor.

— No, no lo has hecho. Era éste. Gracias —lo abracé y le di un beso en la mejilla— No sé qué me espera mañana pero por ahora esto es más que perfecto.

Enamorada de mi hermanastro ©Where stories live. Discover now