Capítulo 21

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Madisson

El despertador de mi mesilla me despertó. Hice ademan de levantarme para apagarlo pero apenas me incorporé un par de centímetros volví a caerme
sobre el colchón.

Algo confusa, traté de levantarme sacando primero las piernas de la cama. Las apoyé en el suelo, y muy lentamente me fui poniendo en pie.

Me sentía rara, apenas tenía fuerzas para estar de pie, me sentía débil.

Decidí darme una duha fría para ver si así me despejaba. Salí de la habitación y recorrí el pasillo, pero apenas estaba a medio camino cuando me vino un terrible dolor de cabeza y tuve que sentarme en el suelo.

— Madi, ¿qué te pasa? —escuché la voz preocupada de mi querido hermanastro Derek.

— No sé, no me encuentro bien —le dije con un hilo de voz. Puso una mano sobre mi frente.

— Estás muy caliente, puede que tengas fiebre —dijo— ¿Qué sientes?

— Que no tengo fuerzas, y también me duele la cabeza.

— Tal vez sea gripe, dicen que hay una epidemia. Hoy no irás al instituto.

— Vale — dije sin ganas. Pasó un brazo por mi espalda y el otro por debajo de mis rodillas y me levantó con cuidado.

— Me quedaré a cuidar de ti —dijo dirigiéndose a mi habitación.

— ¿Qué dices? Tienes que ir a la universidad —apoyé la cara en su pecho, el calor que emanaba era muy agradable.

— No digas tonterías, me quedaré a cuidarte —entró en mi habitación, y con sumo cuidado, me dejó sobre la cama— Y créeme, no puedes hacer nada para convencerme de lo contrario —me tapó bien con las mantas— Ahora mismo vuelvo.

Salió de la habitación y me hice un ovillito debajo de la cama acercando mis rodillas a mi pecho y abrazándolas con mis brazos.

Al cabo de unos minutos Derek entró de nuevo a mi habitación y se sentó a mi lado en la cama.

—Abre la boca —dijo sosteniendo en su mano el termómetro. Obedecí y lo metió en mi boca— Así me gusta, que seas una chica obediente.

— Estás loco -murmuré.

— Shh, no hables —esperó a que pasara un rato y entonces me sacó el termómetro de la boca— Tienes treinta y nueve, deberías de ir al médico.

— No quiero ir, no estoy tan mal.

— ¿Estás segura?

— Si —dije cubriéndome más con las mantas.

— ¿Tienes frío?

— Un poco.

— Hazme hueco —dijo mientras se quitaba los zapatos.

— No vete —dije pero él se tumbó igualmente a mi lado— No quiero contagiarte.

— Mientras no me tosas o estornudes en la cara, estaré bien —dijo abrazándome por la cintura.

— Está bien —cerré los ojos— Gracias por cuidarme.

— Estaré a tu lado siempre que me necesites —me acarició la mejilla— Duerme un rato.

Poco a poco fui quedándome profundamente dormida.

Enamorada de mi hermanastro ©Where stories live. Discover now