Capítulo 7

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Madisson

Me gustaba montar moto con Bell. Me encantaba poder rodear su cintura con mis brazos y apoyar el pecho con su espalda. Era una sensación agradable y cálida.

Fuimos a cenar a un Mc Donals que quedaba no muy lejos de mi casa. Algunas chicas se esperarían algo más elegante y costoso en una primera cita, pero para mí aquello era perfecto. Estaba con Bell, y cuando estaba con él me daba igual si te comías un faisán en un restaurante de cuatro tenedores o una hamburguesa con queso en una pequeña hamburguesería, él conseguía que todo resultase perfecto en cualquier situación.

En ningún momento Bell dejo de hablar y hacer el ganso, y yo no podía dejar de reír y reír. Aquella era una cualidad de Bell que siempre había admirado.
Daba igual dónde estuvieses, o qué hora fuera, o si estuvieras feliz o deprimido, Bell tenía la habilidad natural de hacer sentir bien a cualquiera que estuviese a su lado.

Tras salir del local, volvimos a montarnos a su moto y condujo hasta un aparcamiento que quedaba cerca de un parque. Aparco la moto y tras guardar los cascos, enredó sus dedos con los míos y empezamos a caminar en silencio por los jardines de aquel bonito parque. Caminamos en silencio durante un buen rato, pero por extraño que parezca, no era un silencio incómodo, al contrario, era muy agradable caminar junto a él sin tener que decir nada.

Bell siempre había sido mi mejor amigo, pero esa noche me plante la posibilidad de tener algo más con el. ¿Por que no? El era encantador y muy cariñoso conmigo, y estar con el era simplemente fácil, no había complicación alguna, no había que forzar nada. Debía admitir que aquella era una ventaja de que fuésemos buenos amigos. Aquella noche me planteé que tal vez lo nuestro podría funcionar, que tal vez llegaría un momento en el que me enamoraría perdidamente de él.

La noche era realmente fría. Mis manos estaban congeladas, sin embargo, las de Bell estaban muy calientes. Era un contraste muy agradable.

Las luces de las pocas farolas que iluminaba el parque arbolado y perfectamente cuidado.

— Este sitio es precioso —dije.

— Lo es, aunque yo diría que lo más hermoso aquí eres tú —dijo y sentí como me ruborizaba un poco.

— Ya empezamos... —rodé los ojos.

— Es la verdad —soltó mi brazo y rodeó mi cintura con su brazo — Eres preciosa.

Me detuve y me giré para mirarlo fijamente a la cara. Sus ojos cafés me miraban fijamente. Aquella fue la primera vez que su mirada intensa me dejaba sin aliento.

— Eres preciosa —murmuró abarcando mis mejillas con sus manos.

— Bell... —murmure cuando rozó sus labios con los míos.

— No digas nada —sentí su cálido aliento en mis labios entreabiertos — Solo déjate llevar.

— Vale —susurre y cerré los ojos.

Sentí sus suaves labios sobre los míos. Fue un beso corto, un beso casto. Pero el segundo beso que lo siguió fue profundo e intenso.

Una de las manos de Derek yacía en mi nuca y la otra en mi cintura.

¡Espera! ¡¿Que?!

Abrí los ojos de golpe. No, no eran los labios de Derek, eran los de Bell, pero por un momento mi cabeza empezó a imaginar que era el.

¿Por que me había venido Derek a la cabeza en una situación como aquella?

Enamorada de mi hermanastro ©Where stories live. Discover now