Capítulo 35

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Madisson

— Hola cielo —me saludó Max besándome la mejilla.

— Hola —le contesté mientras me abrochaba el cinturón de seguridad— ¿Has hablado con Derek?
Me he quedado sin batería en el móvil.

—. Sí, me ha dicho que ha sacado un nueve con tres en el examen de... ¿oceanografía física? -preguntó frunciendo el ceño.

— Lo has dicho bien —sonreí— Un nueve con tres, hay que ver qué empollón es.

— Ha sacado mi inteligencia.

— Seguro que es eso —reí.

No acostumbraba a que Max me llevase a casa después del colegio, pero Derek se iba a quedar con Owen para ayudarlo a estudiar así que Max había ido a buscarme.

Llegamos a casa y tras dejar mi mochila y atarme el pelo en un moño alto, bajé a la cocina y me dispuse a cocinar junto a Max.

— ¿Qué quieres comer? —me preguntó.

— Me da igual —me até mi delantal negro con flores blancas.

— ¿Verduras salteadas con pollo?

— Sí, estaría genial.

Pusimos todos los ingredientes sobre la encimera y comenzamos a cortarlas y prepararlas para saltearlas.

— Oye, ¿puedes decirme cuándo habéis montado ese fuerte en el desván? —me preguntó Max. Casi se me cae el cuchillo de la mano.

— ¿Lo has visto?

— Sí —asintió— Ayer a la noche me despertasteis y esta mañana he ido al desván antes de ir al trabajo. Se le ocurrió a Derek, ¿verdad?

— Sí, pensó que me gustaría ya que solía jugar a hacer fuertes con mi padre.

— Solo a mi hijo se le ocurren esta clase de cosas —se encogió de hombros con una pequeña sonrisa en el rostro— La verdad es que está muy bien, espero que no les importe pero estuve cotilleando un poco por dentro.

Por favor, que no haya visto nuestro álbum de fotos.

— No, no me importa —le contesté.

— ¿Qué hacían con esos álbumes de fotos? —mi corazón comenzó a galopar como un caballo.

— ¿Qué álbumes?

— Los de Daniel de cuando era un niño.

— Oh —suspiré aliviada— Veras, ayer a la tarde estuvimos hablando sobre su madre y la verdad no sé por qué, pero en medio de la noche me despertó y me dijo que quería ver las fotos conmigo. La verdad es que fue un tanto raro.

— ¿Te habló de su madre? —preguntó boquiabierto dejando a un lado el calabacín que sostenía hace un momento.

—Sí —asentí— Me contó cómo le mentiste mientras veíais Qué bello es vivir para que siguiese viendo la película con calma.

— Nunca le habla a nadie de su madre. Apenas habla conmigo de ella desde que murió.

— Bueno, tal vez empiece ahora a hacerlo. A mi también me costó tiempo volver a hablar de mi padre.

— Si, pero han pasado años desde que murió ay madre.

— Todos somos distintos, y todos necesitamos nuestro propio tiempo para asimilar las cosas —me encogí de hombros— Y si yo puedo ayudar a Derek a superarlo, estaré encantada de hacerlo —volví a centrarme en trocear el pimiento que tenía sobre la tabla. Max se acercó a mi y me dio un beso en la frente— ¿Y esto? —le sonreí.

— Me alegra tenerte en nuestras vidas Madisson —me abrazó estrechándome con fuerza en su pecho— Me alegra tanto saber que Derek puede contar contigo —volvió a darme otro beso.

— Son mi familia, siempre me tendrán para lo que necesiten —le devolví el abrazo.

(***)

— Mamá, ¿has visto mi bufanda lila? —le pregunté bajando rápidamente por las escaleras.

— Está colgado en la entrada, la utilicé ayer. —dijo levantando su cabeza que se encontraba recostada sobre el hombre de Max. La feliz pareja estaba acurrucada en el sofá viendo The Mindy Project.

— Si querías usarla podías haberme pedido permiso—le reproché mientras descolgaba la bufanda y me la ponía en el cuello.

— Tu me coges los zapatos constantemente y nunca me pides permiso —dijo sin siquiera mirarme.

— Touché —murmuré.

Llamaron a la puerta y me apresuré a abrirla.

— ¿Estás lista o nos vamos sin ti? —me preguntó
Bell.

— Un momento, solo tengo que coger mi bolso. Pasa anda —me hice a un lado para que entrase.

— ¿Sabes que Alex me ha obligado a ir hasta su casa para traer el coche? —preguntó sacudiéndose el pelo.

— Pues claro, eres el único con diecisiete años, eres el único que puede conducir el coche.

— Explícame porque en el Reino Unido hay que tener diecisiete para conducir pero tengo que esperar un año más para poder comprar alcohol.

— En la mayoría de los países europeos hacen falta dieciocho para conducir, no te quejes tanto que luego bien que presumes de que tienes carnet y los demás no —metí mi cartera y mi móvil en mi bolso negro con tachuelas plateadas.

— Hola Bell —saludó mi madre desde el salón.

— Oh, buenas tardes, no sabía que estaban aquí— dijo dirigiéndose al salón— ¿Qué tal están?

— Genial —le contestó mi madre— Dime la verdad
Bell, ¿te dejó mi hija o la dejaste tu?

— ¡Mamá! No empieces con eso —dije cruzándome de brazos —me dirigí al salón antes de que mi madre comenzara a meterse conmigo.

— Mi hija me ha dicho que te dejó ella pero no le creo, ¿por qué iba a romper con un buenazo como tu? —le sonrió agarrándolo por la barbilla.

— Pues créame Heather, me dejó ella y me rompió el corazón

— Oh, no se lo tengas en cuenta —hizo una mueca triste— Tiene mal gusto, seguro que es que está colada por algún idiota.

— Seguro que sí —me guiñó un ojo cuando mis padres no miraban. De pronto alguien comenzó a pitar una bocina como loco en la calle.

— Tenemos que irnos antes de que entren para sacarnos a rastras —dije cerrando mi bolso— Volveré tarde, no me esperéis para cenar —besé la mejilla de mi madre.

— Vale. Ven cuando quieras Bell —dijo irigiéndose a mi amigo— Hace mucho que no vienes a cenar, pásate cuando quieras.

— Está bien, lo haré —le dedicó una sonrisa.

— Adiós Max —le besé la mejilla a él también.

— Adios pequeña —me dio otro beso.

Salimos de casa y en cuanto se cerró la puerta Bell rodeó mis hombros con sus brazos.

— Adoro a tu madre —me dijo.

— Claro, porque ella te adora, a veces parece que incluso más que a mí.

— ¿Solo a veces? —bromeó y le di un puñetazo en el hombro derecho.

Nos dirigimos a la gran furgoneta negra que había en la acera frente a mi casa y nos subimos en él.

Enamorada de mi hermanastro ©Where stories live. Discover now