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Nastasia abrió los ojos cuando escuchó que la puerta se abría. Y esperó aferrada al pequeño brazo de su niño.

—Vine a ver a mi hijo.—masculló Elliot entrando en compañía de uno de sus sirvientes.

La habitación estaba casi a oscuras.

—Está dormido.—le respondió Nastasia incorporándose.—Ha tardado bastante en conciliar el sueño y si lo mueven se despertará.

—Mi señor...—el sirviente esperaba sus órdenes.

—Déjanos solos.

—Por supuesto.

Una vez que el hombre se marchó Elliot señaló la habitación de a lado y le hizo una señal para que entrará. Nastasia así lo hizo.

—¿Por qué lo trajiste a tus aposentos? Sabes muy bien que mi hijo duerme en la planta principal.

—Él quiso venir.—explicó a media voz.—Tuvo una pesadilla ayer en la noche.

—¿Pesadilla? ¡Quiero un hijo fuerte, no uno débil!

—Es solo un niño, Grinford.—la mirada de Nastasia era de odio puro.—¡Es mi niño!

—También es mío.—gruñó.—Y si sigues rompiendo las reglas no te dejaré verlo más.

—Eso no, por favor.—se acercó a él y lo tomó por el abrigo.—No volverá a ocurrir, te lo prometo.

Elliot chasqueó la lengua y con genuina malicia se mofó de sus esperanzas.

—Hace tiempo que Damien dejó de buscarte, querida—le soltó con sorna.—Ahora tiene un nuevo entretenimiento en que ocuparse.

—¿Entretenimiento?—apretó los dientes.

Elliot asintió.

—Y debo decirte que es el tipo de mujer que a los nobles les gustan...—acarició su mejilla—...bonitas y tontas.

—Eso no es cierto, Damien es un hombre respetable no como tú.—trató de alejarse de su tacto, pero él la retuvo tomándola por la cintura.

—¿Respetable?—se echó a reír.—Bleiston juega sucio al igual que todos.

El hombre se inclinó contra su boca burlándose de su enojo y de sus ansias de libertad.

—¡Suéltame!

—Eres mía, Nastasia y no deseo que lo olvides nunca.—juntó sus labios con vehemencia y se ganó un mordisco a cambio.

—No soy de nadie y menos de tí.—se apartó de un empujón.

—Me muerdes a mí, pero sé que besaste a Bleiston...¡Lo besaste!—le increpó con rabia.

—Bese al hombre que quiero y no pienso pedir perdón por eso.

Abandonó la habitación de prisa y regresó junto a su hijo. Se acostó a su lado conteniendo las lágrimas que se acumulaban en sus ojos.

Damien era su última esperanza, si él no la rescataba, nadie más lo haría. Tenía que confiar en sus promesas y en sus caricias. No podía ceder a la desesperación y dejar que Elliot ganará esta guerra.

Grinford asesinó a David, a los Bleiston y a sus subordinadas. Ese infeliz mató a su compañero y los condenó a todos a sobrevivir entre las sombras.

Con su muerte incluso el Código tuvo que reescribirse para evitar que otro traidor los amenazará. En ese sentido su sucesora actuó con mano dura y una determinación que pocos hombres tienen a la hora de ejecutar castigos. Elise nunca perdonaba a los traidores, las veces que los había descubierto fue el fin para ellos.

Prohibido AmarteWhere stories live. Discover now