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El carruaje se estacionó frente a la residencia del doctor Graham. El caballero trabajaba y vivía en esa casa, aunque para la mayoría de sus trabajos tenía que salir y visitar al enfermo en persona.

—Llegamos—Osmán le ayudó a descender y luego tocó la puerta. La joven sonrió.—Espero que le vaya muy bien, milady.

—¿No se quedará?—preguntó Lucinda. El señor Rasi siempre solía acompañarla durante la hora y media que duraba su clase.

—No y tampoco vendré a recogerla. Esta vez solo Philip la acompañará a casa—dijo refiriéndose al cochero.

—Pero...¿por qué?—la dama frunció el ceño.

—Tengos unos asuntos que resolver, milady.

La puerta de la residencia se abrió y Graham le dió la bienvenida. Un gesto que Osmán aprovechó para retirarse sin tener que dar más explicaciones.

—Milady, adelante.

La joven entró y se dirigió al despacho del caballero. El hombre ya le tenía preparado algunas tareas para ese día. En primer lugar tendría que elaborar un par de remedios con algunos de los ingredientes que Graham le había dejado en una mesa y luego se encargaría de revisar el estado de la señora Gertrudis, una mujer anciana que vivía a una cuadra de la residencia del doctor.

—¿Alguna pregunta?—preguntó el caballero y ella negó—Entonces manos a la obra.

Graham era un hombre hermético y huraño, pero a simple vista se veía que amaba lo que hacía. Era muy dedicado y meticuloso con sus recetas y tratamientos. Jamás se tomaba nada a la ligera y, aunque al principio lo negó, había mucho de él en el señor Bleiston.

Sonrió.

El caballero le había confesado que al igual que ella, Damien también fue su alumno y que por muchos años trabajó para él.

—Doctor Graham...—lo llamó mientras acababa de envasar uno de sus concentrados.

—¿Sí?—el hombre la miró de reojo. Su atención estaba puesta en su libreta de apuntes.

—¿Cómo era el señor Bleiston antes de la muerte de sus padres?

—¿A qué se refiere?

—Hablo de su forma de ser, su compartimiento, ya sabe...—se encogió de hombros con aparente desinterés, aunque por dentro se moría por saber.

—Era un niño educado, inteligente y bastante silencioso. No hablaba mucho, pero le gustaba observar. Siempre fue muy atento.

—¿Y cómo empezó su relación con la señorita Elise?

—Por David, él los presentó y fue por muchos años la “cabeza” de su pequeña familia. Leighton miraba a Damien como a un hermano pequeño y la señorita Volsano era su mujer, entonces...

—Ella era como su cuñada.—declaró Lucinda.

Graham asintió.

—Por eso luego de la muerte de David, Damien se sintió en la obligación de hacerse cargo de ella.—se apoyó en el respaldar y soltó un profundo suspiro—Si lo piensa bien no es tan raro, en algunas culturas los cuñados no solo se hacen cargo de las viudas de sus hermanos, muchas veces hasta se casan con ellas.

Lucinda tragó con fuerza.

—Eso suena...

—¿Mal?

—Raro—puntualizó—No me puedo imaginar a mí misma en un escenario así.

—Y nadie puede realmente.—aclaró—Cuando una pareja se casa no piensa en esa posibilidad, ni en ninguna otra que no sea ser felices con el amor que escogieron. Pero somos humanos y estamos abiertos a las probabilidades.

Prohibido AmarteWhere stories live. Discover now