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Damien vió a lo lejos su residencia y algo en su interior se removió inquieto. Espoleó con delicadeza a su semental, instándolo a acelerar el paso y Raphael lo imitó. Fueron los primeros en llegar a Bleiston House.

Minerva se sorprendió mucho al verlos y más aún cuando le preguntaron si hubo algún percance en su ausencia. Ella les respondió que no.

Y el alivio los llenó por completo.

—Perfecto.—murmuró Bleiston en tono escueto antes de retirarse discretamente por la puerta trasera. La noche se cernía sobre ellos, y aunque la iluminación era escasa, prefería la soledad del jardín a la claridad de su residencia.

El sabor amargo de la derrota era un peso demasiado asfixiante. Y necesitaba sacarlo.

—Todo fue en vano—gruñó ingresando al invernadero, donde la quietud se abrazaba al silencio como un fiel amante.—¡Maldición!

Damien fue directo al anaquel de fragancias, tomó uno de los frascos resplandecientes que ahí se almacenaban y lo estrelló contra el suelo. Luego agarró otro y se dispuso a hacer lo mismo, no obstante una suave voz lo detuvo en seco.

Sus ojos se fijaron en ella, una figura delgada y de cabello negro que se ocultaba detrás de una de las plantas.

—¿Milady?

La joven salió de su escondite, la curiosidad pintada en su mirada. 

El caballero lamentaba haber perdido la compostura de esa forma, pero cómo iba a saber que ella estaría ahí para presenciar su desastre.

—¿Se encuentra bien?—inquirió la muchacha preocupada.

Damien devolvió el frasco a su lugar, inhaló profundamente y dejó que la tensión abandonara sus hombros.

—Por supuesto.—afirmó con una sonrisa. Una sonrisa fingida que camuflaba a la perfección la rabia de sentirse expuesto. Estaba furioso, pero no podía mostrarlo.

Sonríe.

—¿Seguro?—La joven continuó observándolo, con una mirada aguda que parecía traspasar la máscara que él intentaba mantener intacta.

—Sí, ahora vuelva al interior de la residencia.—miró a su alrededor con aparente desinterés.—¿Dónde está Bonnie?

—Fue en busca de un par de libros.

—¿Y la dejó sola?—el caballero frunció el ceño.

Quería colgar a esa doncella.

—Se marchó hace apenas unos segundos.—explicó Lucy, sorteando los cristales rotos en su camino hacia él. Su objetivo era acercarse.—¿Qué fue lo que pasó?

—Todo está bien.

—No le creo.—la joven se cruzó de brazos.—¿Por qué insiste en mentirme de esa forma?

—¿Mentirle?—Damien endureció su semblante, su actuación se fragmentaba y no podía permitirlo—No le debo explicaciones a nadie y menos a usted.

Lucinda estrechó los ojos.—¿Entonces pretende que ignore lo que acabó de ver?

—Una mujer sensata lo haría.

—¿Sensata?—la dama retiró un poco de polvo de su vestido.—Dígame qué lo tiene tan molesto.

—Su insistencia, milady.—fue directo.—Mis asuntos no le conciernen.

—Sus asuntos son mis asuntos ahora.—dictaminó con firmeza.—Y más le vale entenderlo.

—¿Qué demonios significa eso?

Prohibido AmarteWhere stories live. Discover now