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Damien les explicó el plan a sus tenientes de mayor confianza. Ellos se encargarían de transmitirlo a los demás y actuar en consecuencia.

Su idea era rodear al ejército Carlista en el Alto de Egozkue, un terreno montañoso muy cerca del campamento de los soldados enemigos. Y para eso contrataron a un campesino, que conocía muy bien la zona, y que no dudó en poner sus conocimientos a su servicio a cambio de un par de monedas.

Era la primera expedición real que sus soldados harían por lo que tendría que usar la geografía a su favor. El bosque sería su escudo y la noche su más fiel protectora. Empezarían asustándolos con un despliegue de bombas de humo y flechas de fuego. Y una vez que el pánico se apoderará de ellos, los atraerían a su trampa y el verdadero fuego iniciaría.

—Los escuadrones ocho, doce y veinte se quedarán a vigilar el campamento como ordenó, el resto está listo para partir.—anunció Jean Pierre llegando con su caballo.

—Perfecto.—Damien se subió a su montura—El escuadrón dos y cuatro deben adelantarse a tomar posiciones y preparar todo para nuestra llegada. Nosotros seremos la carnada que los llevará hasta ellos.

—¿Y qué me dice del escuadrón uno? Es el único al que no le ha asignado una tarea.

—Ellos cuidarán nuestra espalda. Son los más talentosos y por eso les confío nuestras vidas.

—Se los diré...—Jean Pierre lo miró.—Antes de partir debería dirigirles algunas palabras.

—Lo haré.

Los diecisiete escuadrones que participarían en esa batalla se habían reunido afuera de su tienda a la espera de su señal. Los discursos no eran lo suyo, pero si su voz era lo último que muchos de ellos escucharían entonces no podía negárselos.

—Mis valientes el día de hoy les mostraremos a los Carlistas y al mundo que no deben subestimarnos.—avanzó con su caballo de un extremo a otro —Me entregaron campesinos y yo los convertí en soldados, en HÉROES...¡Sus sacrificios y esfuerzos quedarán grabados en la historia! ¡Esta es nuestra...NUESTRA VICTORIA, solo hay que ir a por ella!

—¡SÍ!—gritaron en respuesta.

—¡ADELANTE!

El sonido de los cascos de los caballos retumbó sobre la tierra seguido de varias ráfagas de luz que atravesaron el cielo. Cientos de pequeñas flechas volaron sobre el campamento enemigo, quemando tiendas y personas.

Los disparos no se hicieron esperar y la danza mortal de la batalla amainó su primer compás. Gritos y órdenes susurradas se esparcían por todo el lugar mientras Bleiston y su gente cabalgaban hacia el Alto de Egozkue. Los Carlistas los seguían muy de cerca, pero no atinaban a generarles un gran daño. Su puntería se vió afectada por la oscuridad y al humo que se esparcía en el aire.

—Un poco más.—gritó Bleiston.

Damien veía a lo lejos como algunos de sus hombres iban cayendo y como otros se detenían para cortarles el paso a los Carlistas y darles más tiempo de ventaja. El escuadrón doce y dieciséis dieron sus vidas con ese propósito y al coronar finalmente esa colina los escuadrones dos y cuatro revelaron sus posiciones y empezaron a disparar contra los jinetes enemigos. Habían permanecido ocultos entre los árboles a la espera de ellos.

Uno a uno sus enemigos iban cayendo y rodando por la montaña.

—Se esconden en los árboles—se gritaban unos a otros, pero era demasiado tarde.

Los tenían rodeados. Damien y sus hombres aprovecharon la distracción que los escuadrones dos y cuatro le ofrecían para descender de sus caballos y ocultarse entre la maleza. Los árboles eran su escudo y los protegían de las balas mientras tomaban posiciones.

Prohibido AmarteWhere stories live. Discover now