55

1.1K 163 66
                                    

El hombre temblaba mientras colocaba todo su cuerpo en contra de la baranda. Quería que las lágrimas recorrieran sus mejillas pero ninguna gota fue derramada.

Bien hecho.

Bien hecho.

Bien hecho.

Sintió como unas manos acariciaban su cuerpo mientras esas palabras eran susurradas en sus oídos.

Deseaba cerrar sus ojos pero había algo que le impedía hacerlo, no podía dejar de ver a aquel cuerpo que se encontraba inmóvil al final de las escaleras.

De pronto sintió un golpe en su hombro, apartó su vista y vio como los sirvientes corrían desesperados hacia la parte inferior tomando el cuerpo de la mujer.

Quiso mover sus pies para ir también, pero por alguna razón se quedó paralizado y tan pronto como los sirvientes tomaron el cuerpo y se lo llevaron lejos, un suspiro de alivio salió de sus labios

Solo fue por un momento.

Algo volvía a estar en la parte inferior de las escaleras.

Un bulto pequeño el cual desbordaba un liquido de color rojo.

El grito fue tan doloroso que sintió como su garganta se desgarraba.

Esa cosa, o mejor dicho, ese feto comenzó a moverse tal como una serpiente, estirando sus extremidades una por una hasta que su cabeza se movió para ver directamente a los ojos del hombre, mientras chillidos parecidos a los de un cuervo salían de su boca.

¿Por qué me mataste?

¿Por qué me mataste?

¿Por qué me mataste?

El feto empezó a arrastrarse por las escaleras agitando sus manos, pidiendo ser cargado.

En ese instante, unos brazos rodearon su cuerpo y un olor familiar impregnó su nariz.

Rosas.

Los pétalos de rosas marchitas se esparcieron por la habitación y comenzaron a llenarla.

El peso en su espalda era demasiado pero aun así su cuerpo se negaba a derrumbarse.

Una mano pequeña acaricio lentamente su rostro, por un momento, los recuerdos lo invadieron e inclinó su cabeza buscando ese calor.

El olor cambió.

Putrefacción.

Con sobreesfuerzo se retorció intentando alejar al cuerpo que se aferraba a su espalda y la mano en su rostro que ahora era esquelética.

¿Me abandonará, su majestad?

¿Me abandonará, su majestad?

¿Me abandonará, su majestad?

Aquella voz que se había perdido en su recuerdos volvió como un relámpago.

Dejó de luchar y noto que los pétalos estaban a la altura de su cuello y que el feto lo había alcanzado.

La mano esquelética se deslizó suavemente por su rostro hasta llegar a sus labios y con suavidad los abrió.

El feto empezó a entrar en su boca.

Cada vez que se introducía más profundo sentía un dolor inigualable en su boca hasta que escucho un sonido de algo quebrándose.

Su mandíbula había sido rota para dejar espacio para que el feto se deslizara cada vez más.

La Villana Es Realmente MalaWhere stories live. Discover now