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La pequeña mujer se estremeció en el instante en que su cuerpo salió del agua.

Había hecho cada uno de los pasos que el Duque Palmetra había instruido. Desde aquel vestuario dorado junto con las extrañas palabras que tuvo que expresar a la luz de la Luna.

Entonces ¿Por qué lo único que sintió era cansancio?

¿Dónde quedaba la sensación de renacimiento y gloria que fue prometido?

El aire golpeó sus mejillas y su cuerpo se estremeció. Con lentitud regresó a su habitación, dejando como evidencia el agua que caía por su costado.

Al entrar a su dormitorio decidió ir al alféizar, dejando que sus pensamientos fueran por donde quisiese, imaginando un mundo muy diferente al que vivía.

Uno donde cada día que despertaba se encontraba con una sonrisa amigable de los criados, uno donde sus hermanos iban a buscarla para pasear juntos por el bosque, uno donde su prometido buscaba su compañía en cada momento, uno donde iría con su hermana a la nueva boutique de la ciudad, en donde seria la primera en sus estudios, donde su madre le enseñaría la etiqueta de la sociedad, uno donde su padre la amara.

Una vida feliz.

Lágrimas invadieron sus ojos.

Nunca se haría realidad.

Un grito ahogado se quedó en su garganta mientras dejaba caer aquel abre sobres en el suelo. Vio la herida hecha por ella misma por encima de su muñeca y aun cuando esta quemaba y dolía, una pequeña sonrisa salió de sus labios cuando presiono con fuerza para que esta creciera.

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La voz de su profesor se quedó como un ruido de fondo mientras repasaba con la punta de su dedo aquella cicatriz en su muñeca que estaba a punto de desaparecer.

¿Hace cuanto que había hecho el ritual?

¿Tres o cinco semanas?

No lo conocía con exactitud, pero tampoco era necesario recordar los detalles.

Al final, aquella flor se expandía cada día y ahora estaba a punto de llegar a su hombro era una muestra de la decisión que había tomado y el dolor que representaba las consecuencias de sus elecciones.

Apenas la campana sonó y sin mirar a ninguno de sus compañeros, los cuales habían hecho un buen trabajo ignorándola por órdenes de Giselle, se alejó en dirección a su habitación en la academia.

El Duque Palmetra había sido muy enfático en las últimas cartas.

El día de hoy debía ir a una locación desconocida.

No se sorprendió al notar la manzana en su escritorio.

Un nuevo recordatorio que el tiempo se acababa.

Al principio lo considero amable. El Duque Palmetra enviándole manzanas como un regalo por ingresar a la academia, pero después se volvieron la sentencia de que su vida ahora depende de él.

Su cuerpo se contrajo involuntariamente al recordar lo que había sucedido la primera vez que no cumplió el plazo del tiempo.

El rostro maniático con el que él había amenazado en contarle a su padre sobre el trato que selló esa noche. Decirle de la maldición que había traído para ella y como está arrastraría con la familia Bausteros delante del Imperio.

No podía permitir que algo así sucediera.

Lo que había hecho era considerado herejía, una de las acciones con un gran grado de severidad al ser castigado.

La Villana Es Realmente MalaWhere stories live. Discover now