Capítulo 8

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Creo que jamás había esperado tanto una respuesta, pareció que el mundo se detuvo sólo para escuchar el resultado.

Apúrate, Carlos, me matarás de un infarto.

—No es un ganador, son varios —anunció mientras buscaba en la lista mi nombre. Más posibilidades—. Luis, Paco, Raúl, Miriam, Diana, Abigail, Hermelindo...

Margarita.
Margarita.
Margarita.

—Samuel, Manuel, Erika, Karla, Marcela... No, parece que no... —concluyó disfrazando su voz de indiferencia.

Decepción. Sí. No esperaba ganar, pero tampoco perder. Los tres disimulamos bien el peso de la noticia, como si valiera menos que un cacahuete.

—Sólo es un concurso, hay muchos más —me consoló Natalia tratando de subirnos el ánimo—. Es un criterio. Usted tiene mucho talento y eso nadie lo pone en duda, ¿verdad, Carlos?

—Sí, sí —contestó distraído, estaba demasiado ocupado en su celular para hacernos caso.

Demonios.

No debería afectarme, al final no me esforcé suficiente y era evidente que ese sería el resultado. Debía quitarme de la mente que lo que los demás decían era la única verdad, porque sinceramente mi deseo por llevarme un puesto era que alguien, lejos de mi círculo social, reconociera que había en mí un gramo de talento. Quizás era momento de aceptar que la capacidad y la lástima son dos temas distintos.

Estuve a punto de lanzar un sermón de lo poco que me importaba ese tipo de concursos cuando vi el rostro de Carlos transformarse de un segundo a otro. Sus ojos se abrieron de golpe dejando a la vista la sorpresa de la que eran testigos.

—Segundo lugar... —soltó en un susurro que pude escuchar. Antes de que abriera la boca para exigirle una explicación me la dio—. Margarita Rodríguez, segundo lugar. ¡Segundo lugar!

¿Qué?
¿QUÉ?

Natalia le arrebató el celular de las manos y tras comprobarlo gritó de la emoción. Tardé un siglo en procesarlo.

—¡Segundo! ¡Felicidades! —Me tomó de la mano y obligó a mi cuerpo a ponerse de pie para abrazarme con fuerza. Yo estaba que no me la creía, apenas lograba respirar—. Usted es la mejor. Sabía que lo reconocerían.

Estaba tan feliz que casi me rompe un hueso entre sus saltos, pero no me importó.

La gente de la cafetería nos miraba curiosos, debieron tacharnos de locos por tal escándalo, pero no nos callamos.

Mi corazón me golpeaba con fuerza el pecho, estaba recordándome que tenía uno, que servía para algo más que bombear sangre. 

—Tranquila, Natalia, en uno de esos golpes vas a matarla y no vamos a poder reclamar el premio —se burló Carlos cuando al fin la muchacha me soltó un poco. No había dejado de sonreír desde que nos brindó la noticia y recibió de buena gana el codazo que Natalia le dio en su defensa—. Si me permite opinar, yo sabía que ganaría.

Y les creí a los dos.
No sabía por qué apostaban por mí, pero se los agradecía, de verdad que sí.

Me sentí grande esa tarde aunque nunca dejé de ser vulnerable, estaba empezando a tener anécdotas memorables, a valorar mi vida.

—Esto hay que festejarlo.

—Apoyo la idea —secundó Natalia que seguía eufórica, verla así no ayudaba a que pusiera los pies en el piso de nuevo—. ¿Qué tienes en mente?

Margaret perdida en WattpadDonde viven las historias. Descúbrelo ahora