Capítulo 14

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Fue el trayecto más silencioso de toda mi vida. Nadie pronunció palabras, muy irónico teniendo en cuenta que yo sentía una gran necesidad de hablar. El problema era que no sabía de qué. Mientras más vueltas le daba al asunto más teorías aparecían en mi cabeza.

¿Y si Natalia era una secuestradora? Imposible, se hubiera decepcionado de mis ingresos apenas pisara mi casa. ¿Qué tal si quería investigarme? No, mi vida era más aburrida que una telenovela mexicana con personajes de relleno. ¿Entonces cuál era la razón de esto?

Cuando entramos a casa pude jurar que el aire se volvió más pesado. ¿Cómo me sentía? No sabía, eso era lo más difícil de digerir. ¿Estaba preparada para cambiar el concepto que tenía en mi mente de una persona? ¿En realidad lograría cambiarlo? Idealicé a Natalia, olvidé que era un ser humano, no pensé que ella debía comportarse como uno.

Y lo confirmé cuando me miró ya estando adentro. Nunca debí olvidar que todos somos vulnerables, no sólo yo tenía mis secretos.

—Les invitaría un café, pero después lo toman de distracción —argumenté. Eso era una verdad a medias, también tenía mucha flojera de ponerme a cocinar cuando la situación era crítica.

Carlos y yo nos sentamos en el sofá, pero ella no quiso hacerlo, prefirió quedarse de pie frente a nosotros, parecía que impartiría una conferencia.

—Bien —resopló como si tratara de liberar todo el aire que llevaba reteniendo en sus pulmones por quién saber cuánto tiempo—. Lo reconozco, mentí. Todo el tema del empleo fue algo que inventé.

Era evidente la respuesta, pero de igual manera me dolió escucharla de su boca.

—¿Por qué? —Quise saber qué tan grave era, por qué le costaba aceptarlo.

Calló, fue un segundo, uno que me pareció eterno.

—Por culpa —confesó en un susurro.

¿Culpa?

—¿A quién mataste? —pregunté enseguida.

Ella rio, pero supe que no era una risa de felicidad, más bien era una amarga, nostálgica, de esas que obligas a salir y en su intento algo te duele en el pecho.

—A nadie... En ese caso yo soy la muerta.

¿Qué? ¿Natalia era un fantasma? Lo creía todo, incluso que fuera hija de Vicente Fernández, pero jamás pasó por mi cabeza que se tratara de un espíritu.

—Es un decir —me aclaró cuando vio mi cara de horror, ya estaba por correr a mi cuarto e ir por una cruz—. No hablaba literalmente.

Lo decía tan en serio que casi me desmayé tratando de procesarlo. La que se moriría sería yo si esta niña seguía usando la metáfora.

—Qué alivio —dije mientras trataba de recuperarme de sus palabras. ¡Nadie tiene consideración de mi edad!—. Pero eso no me explica nada.

O quizás yo era demasiado tonta para entender que en esas palabras se resumía todo. Se incomodó, sus pasos lo gritaron. La vi recorrer la sala como si buscara algo, como si tratara de aligerar el peso de sus hombros en su caminar. Conocía esa casa a la perfección, pero sus movimientos se asemejaban al día que la visitó por primera vez.

—¿Margarita, usted cree en las historias de amor? ¿Piensa que pueden ser realidad? —me preguntó concentrando toda su atención en el reconocimiento que estaba pegado en la pared, ese mismo que ella me ayudó a colocar.

Margaret perdida en WattpadDonde viven las historias. Descúbrelo ahora