20. Desolación

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Historia publicada en papel por Penguin Random House.
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Luego de lo sucedido ya era hora de que la fiesta terminara. Alegué que me sentía mal por culpa del alcohol y añadí a la mentira (que no era tan mentira) que mi madre me había avisado que llegaría antes de lo previsto. Así lograría echarlos de la forma más civilizada posible, ordenar todo, esconder la evidencia y recoger los pedazos de mí que habían quedado esparcidos y destrozados por el suelo.

Si se creyeron mi cuento o no, me importaba tres carajos. Luego de ese beso su relación había escalado a un nivel totalmente distinto del que yo estaba. Que siguieran en mi casa o en otro lado no haría gran diferencia, pero yo no quería quedarme ahí para seguir siendo cómplice de aquello.

Una vez que se fueron, el silencio volvió a invadir mi casa y junto a él, una intensa sensación de vacío y soledad. Pero esta era una soledad nada agradable. No lograba comparar el sentimiento con algo que hubiese experimentado antes. Lo que menos quería en este momento era estar conmigo mismo y conectarme con mis malditos pensamientos: Limpiar, ordenar, guardar, cualquier cosa que lograra distraerme era bienvenida, por lo que luego de un par de horas (y ayudado por mi falta de sueño) cuan Ceniciento dejé la casa reluciente; tan impecable, que parecía piloto de inmobiliaria.

Me costó mucho conciliar el sueño (si es que acaso logré dormir algo) y la mañana no tardó en llegar. La resaca que sentía era épica, suficiente como para desear alejarme del alcohol de por vida. No sabía en que mierda había estado pensando la noche anterior. No sabía en qué estaba pensando ahora. Estaba tan enojado y me sentía tan impotente, tan confundido, tan... estúpido.

Me giré sobre la cama y bloqueé la luz con lo primero que encontré, intentando engañarme a mi mismo de que aún no era de día. Necesitaba dormir, dejar de pensar. Necesitaba escapar de la realidad. Volví a recordar la sensación de tener a Solae tan cerca y de creer que había recordado algo. Su mirada, el aroma de su pelo, el contacto con su cuerpo, sus labios, y que casi... Pero Anton...

—¡Aaagh! —Sacudí mi cabeza intentando olvidar aquello. Era demasiado vergonzoso. Claramente había bebido demasiado.

«Solo quería ayudarme» me había dicho él. ¡Por supuesto! Qué gran ayuda fue quitarme a mi mejor amiga y borrarle la memoria a todos, incluida a mi hermana. ¡Qué gesto de enorme caridad fue interponerse entre nosotros! ¡Qué gran ayuda, hijo de la gran puta!

No lograba recordar un momento en que ese idiota me hubiese ayudado con algo desde que se entrometió en nuestras vidas. Estaba tan contrariado que no sabía si lo que más me molestaba era su presencia y cada una de sus acciones o que se atreviera a besar a Solae.

Me volteé en la cama y quedé mirando al techo.

¿Y si su objetivo era realmente "ayudarme" a cumplir lo que tanto había estado pidiendo? ¿Si había alejado a Solae, para que por fin me dejara en paz? Aunque lo había sospechado antes, sonaba demasiado descabellado. Demasiado ridículo para ser realidad.

¿Existía acaso alguien capaz de cumplir deseos? ¿Y por qué mierda iba a poner tanto esfuerzo en cumplir algo así? Pero también, ¿Cómo demonios se explicaba que alguien tuviese el poder de modificar recuerdos, borrar fotografías y manipular mentes? Eso sonaba aún más inconcebible y sin embargo, estaba sucediendo. Y eso también explicaba que yo fuese él único que me daba cuenta de todo y el único que no había sido afectado por sus poderes. Maldita la hora en que deseé alejar a Solae de mi vida.

Así mismo, también me torturaba la idea de que Solae sintiera cosas por él. Yo nunca pedí que se enamorara de alguien más. Ya ni siquiera recordaba cómo se sentía querer alejarla. Y Anton ¿Qué sentía él por ella? ¿La quería de verdad o solo la estaba utilizando para "ayudarme"? Mi cuerpo nuevamente ardía, pero esta vez de rabia y malestar general. Necesitaba ir a buscar un vaso de agua, o un jarrón, o mejor sumergirme en una piscina muy muy profunda y abarrotada de hielo para bebérmela completa. Porque por la mierda, que tenía sed.

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