42. Déjate llevar

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Alex

No sé cuáles eran las probabilidades de que la botella se detuviera de nuevo justo entre nosotros dos, pero aunque sonara imposible, había vuelto a suceder. Varios de los presentes apenas lo podían creer, sin embargo, si se observaba con detenimiento, esta vez apuntaba leve, pero muy levemente hacia Solae. ¿O era solo idea mía?

Oh! Too bad. Que mal, pero no queda claro. Habrá que repetir el giro. —declaró Trinidad—. A menos que quieras besarte a ti mismo, Alex —añadió sin siquiera darse la molestia de acercarse a revisar bien.

—Pues yo la veo claramente inclinada hacia Solae —intervino Joto apuntando a la botella y Amelia se sumó a su opinión. Joto me pegó un codazo para que agregara algo, pero no fui capaz de decir nada. En lugar de eso, miré a Solae, quien me devolvió una mirada interrogativa.

—¿Qué?

—Que... ¿si tú ves la botella inclinada hacia ti? —le pregunté casi sin modular.

—¿Por qué me preguntas a mí? ¿Estás ciego?

—No, pero es que no está muy claro...

—Decide tú, me da igual. —dijo mirando hacia otro lado.

—Si les cuesta tanto ponerse de acuerdo, giraré de nuevo la botella... —arbitró Trinidad.

—¡No, espera! —intervine y Solae se volteó hacia mí, sorprendida—. Este... yo creo que Joto tiene razón sobre que apunta a... Solae. —carraspeé, intentando sonar lo más casual posible, rascándome detrás de la oreja—. Mejor no retrasemos más el juego...

Trinidad miró a Solae, quien contestó luego de un silencio.

—Está bien. Hagamos lo que dice Alex... —dijo con indiferencia.

Su actitud me inquietaba. ¿Por qué se mostraba tan fastidiada de repente? Quizás lo mejor hubiese sido quedarme callado.

Okey, parece que será con Solae entonces. —concedió Trinidad y los demás comenzaron a vitorear nuestros nombres para que comenzáramos a besarnos de una vez. Intenté no demostrar ningún tipo de emoción ante lo que se venía, pero por dentro estaba gritando.

Nos acomodamos enfrentados el uno al otro y nos miramos desafiantes, como si estuviéramos a punto de iniciar una discusión o algo peor. La examiné nervioso, intentando descifrar qué era lo que pasaba por su cabeza, mientras que a la vez estaba demasiado pendiente de la presión de los demás sobre nosotros, como para atreverme a ser yo el que se acercara primero.

Solae emitió un leve suspiro y volteó su rostro hacia la entrada. Parecía incómoda, lo que me hizo recordar que Anton y Natalia podían llegar en cualquier instante y eso incrementó mi ansiedad. ¡Maldición! casi olvidaba el plan y estaba puro perdiendo el tiempo.

—Quizás es mejor que no... —comencé a decir, pero Solae me interrumpió.

—Ya hazlo de una vez... —dijo en voz baja, mirando al suelo.

No esperaba esa respuesta y me ruboricé.

—¿Y por qué tengo que hacerlo yo? —murmuré—. Tampoco es que me lo estés poniendo muy fácil...

—Con Trinidad no parecías tener problemas. —me hablaba de cerca y en voz baja para que no nos oyera. Pero aún evitaba mirarme.

—¡¿Qué?! Si ella se lanzó sobre mí ¿Recuerdas?

—Pues parecías disfrutarlo bastante. —protestó.

—¿Se te olvida que tú también la besaste? —le rebatí sin poder creer de lo que me acusaba.

No me conoces, pero soy tu mejor amigo ¡En librerías!Donde viven las historias. Descúbrelo ahora